No es un secreto que desde que Justin Lin comenzó a dirigir los filmes de la saga Fast & Furious en 2006 - con la veloz, en apariencia descolgada de las dos anteriores y visualmente genial Tokyo Drift- la franquicia mejoró mucho, alcanzando su perfección con su quinta parte Fast Five (2011). La entrada de un personaje fuerte y carismático como el agente especial Hobbs (Dwayne Johnson) le dio otro dinamismo y potencia a un filme que de una vez por todas se terminó de correr del esquema de las carreras callejeras. La potencia, la velocidad y el músculo fueron condensados a la perfección por Lin, algo muy complejo de lograr. Desde Tokyo Drift en adelante, las otras dos cintas fueron situadas temporalmente antes que esta y construyeron el camino - que culmina en esta sexta parte- del simpático Han (Sung Kang) hacia su natal Tokyo donde termina encontrando la muerte.
Dominic Toretto (Vin Diesel) y Brian O'Connor (Paul Walker) están ahora retirados. Tras el gran golpe en Río de Janeiro junto a Hobbs, el equipo se quedó con 100 millones de dólares y todos están desperdigados por el mundo viviendo sus vidas de prófugos de una manera muy tranquila. En las Islas Canarias, Brian vive con Mia Toretto (Jordana Brewster) y están a punto de tener un hijo. Este ambiente de fiesta y relajación se enturbia con la llegada de Hobbs que le pide a Dominic ayuda para atrapar a Shaw (Luke Evans), un ex-Comando Especial Británico especialista en guerrilla urbana vehicular. Este terrorista ha atacado varios centros militares para hacerse del control de unos códigos que sirven para activar un arma que en manos equivocadas podría ocasionar un caos mundial - y que de paso haría billonario a quien venda los numeritos, que es lo que busca nuestro villano-. La sorpresa es que todas las insinuaciones de las películas anteriores se concretan: la ex novia y compañera de Dom, Letty Ortiz (Michelle Rodríguez) que había sido dada por muerta a manos de uno de los sicarios del narcotraficante Braga, trabaja para el británico. Dom apenas ve las fotos se compromete a ayudar a Hobbs para así poder recuperar a Letty y traerla de nuevo con su familia. A cambio pide que todos los cargos les sean limpiados a todo su equipo para así poder regresar a los Estados Unidos sin el mote de "fugitivos de la ley".
Si la entrega anterior era perfecta, esta la iguala y hasta la supera de a ratos. La conjunción entre músculo, potencia y velocidad se da nuevamente y de manera impecable. El guión es muy bueno ya que privilegia la acción y la espectacularidad sin dejar de lado la parte humana del filme que es el reencuentro entre Dominic y Letty. El mensaje de la familia y del hogar, que esta presente desde la primera película, sigue allí y se afianza cada vez más. En cuanto a las actuaciones, la dupla Diesel-Johnson vuelve a funcionar a la perfección y por fin luchan hombro a hombro. Luke Evans interpreta sobriamente a un gran villano: inteligente, más que un profesional al volante y extremadamente sádico. Michelle Rodriguez hace retornar con todo a un personaje emblema de la saga y el resto del elenco - en especial Tyrese Gibson (Roman) y Ludacris (Tej) que son realmente graciosos tanto juntos como por separado- es muy sólido. La escena de la persecución en la carretera con el tanque de guerra es increíble. Justin Lin nos vuelve a mostrar algo más que autos y mujeres. Todos los cabos sueltos de los dos filmes anteriores quedan atados. La llegada de Han a Tokyo y su final trágico - quédense tras los créditos que allí se da la vuelta de tuerca que es genial- cierran una etapa para abrir una nueva. Tranquilos, tenemos Fast & Furious para rato.
Puntaje: 10/10
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