Tengo que ser honesto: no soy un gran fanático de las comedias románticas, no me parecen la gran cosa aunque es innegable que hubo algunas que me han hecho reír bastante. Como género me parece demasiado repetitivo, siempre centrado en la idea de un conflicto que es un cliché en sí mismo y una resolución feliz donde hasta lo que parece imposible de resolver sale bien. Hace unos días estaba recorriendo los sitios y blogs de cine que tengo marcados en mi lista de favoritos y en Micropsia (el blog de Diego Lerer dentro de la página Otros Cines) me encontré con una crítica de Drinking Buddies, el último filme del director ultra-independiente Joe Swanberg. Había escuchado cosas de este filme y no me había generado mayor interés ya que parecía una comedia romántica más. Pero la excelente crítica de Lerer hizo que buscara el filme y me sentara pacientemente a verlo. Para mi sorpresa, me vi disfrutando de una excelente película que es un tratado acerca de las relaciones sentimentales con algún que otro chiste en el medio (lo divertido no es la esencia, no busca ser una comedia).
No voy a hacerme el experto en lo referido a este director. La realidad es que en mi vida había visto un filme de Swanberg que por lo general expone en festivales y en el circuito Indie de los Estados Unidos. Según lo que averigüe, Drinking Buddies es su primer filme en el mainstream hollywoodense. Lo prueban la calidad visual de la película, el sólido guión y las muy buenas actuaciones de parte de actores que son estrellas hace tiempo y que están muy lejos del semi-profesionalismo.
Kate (Olivia Wilde) es gerente en una empresa de cerveza artesanal que está dando sus primeros pasos con éxito en el mercado. Luke (Jake Johnson) es un empleado de la fábrica y posee una relación de amistad muy fuerte con Kate. Con el correr de los primeros minutos, vemos que estos dos amigos son tal para cual y da la sensación de que son una pareja. Pero rápidamente nos damos cuenta de que la situación en sí es bastante más complicada: Kate hace 6 meses que está de novia de Chris (Ron Livingston), un productor de música muy exitoso al cual le tiene mucho cariño. Su relación es extraña y él parece un poco distante, tal vez por el simple hecho de que son dos personas demasiado diferentes. Ella es la típica hipster y él es el típico acartonado pseudo-intelectual que la mira desde una posición - disimulada- de superioridad. Luke, que es idéntico a Kate en cuanto a personalidad, está en pareja hace 6 años con Jill (Anna Kendrick) una joven mujer que parece mucho más vieja de lo que realmente es. No posee ni el carisma ni el look de Kate y busca solamente asentarse, casarse y formar una familia - algo a lo que Luke le rehuye continuamente-. Cuando los 4 coinciden en un fin de semana en una cabaña alejada de la ciudad, la química cruzada entre las parejas hace que todo comience a caer por el barranco. Estamos ante dos parejas que son bastante disfuncionales cada una y que poseen su verdadera "media naranja" en la pareja contraria. Lo que en el ajedrez se solucionaría con un simple enroque, en la vida real es muchísimo más difícil de resolver y puede lastimar a muchas personas. Alrededor de esta idea gira la historia que por suerte logra alejarse, y por mucho, del estereotipo que describí renglones arriba para borrarlo por completo.
La tensión sexual entre Kate y Luke está presente desde el primer momento, y el hecho de que nunca llegue a concretarse - aunque amaga demasiadas veces- la hace insufrible. Como espectador, desde la segunda escena que estaba rogando por el beso entre estos dos personajes. En cambio, la conexión entre Chris y Jill es más una cuestión de momento y tiene que ver con el hecho de que ambos tienen muchas dudas respecto al futuro inmediato de sus relaciones (algo que no pasa del otro lado, donde se trata más de una relación de amigos que saben que quieren al otro pero deciden no hacer nada y ser felices con ello). El conflicto significativo del filme comienza cuando, tras ese fin de semana, Chris deja abruptamente a Kate y desata un huracán que amenaza con destruir la relación entre ella y Luke.
Las actuaciones son muy buenas en general, pero Olivia Wilde y Jake Johnson (los famosos drinking buddies) se llevan todas las miradas y aplausos. Ambos componen a dos personajes realmente simpáticos con los que a uno le gustaría salir a divertirse y tomar unas cervezas. Se dicen todo con la mirada y le ponen perfectamente el cuerpo a los momentos de mayor tensión (tanto sexual como romántica) que hay en la película. En total no hay más de 6 personajes y 5 escenografías y aún así la historia atrapa. El desenvolvimiento de las situaciones es muy bueno y todo fluye aún en los momentos más dolorosos. El final puede decepcionar a los fanáticos de la comedia romántica, ya que es todo lo contrario a lo que están acostumbrados. Aún así, el mensaje que queda es positivo: tal vez uno no sabe que hacer en este momento, pero a veces con una mirada alcanza para saber que si las cosas siguen así tarde o temprano los caminos se cruzarán definitivamente. Mucho drama y muy poca comedia en Drinking Buddies, un excelente debut de Joe Swanberg en las ligas mayores.
Puntaje: 8.5/10
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