martes, 28 de octubre de 2014

Annabelle

Como ya hemos dicho repetidas veces en este blog, James Wan es el gran director del género de terror contemporáneo. Con unas claras - y eficaces- marcas de estilo y la inteligencia y habilidad suficiente como para retrotraer a sus orígenes a un género que se había consumido en el debate entre ese desastre llamado Paranormal Activity (y todas sus secuelas y filmes espejo derivados) y el horror más facilista que en lugar de construir un ambiente y llevarte de a poco hasta las profundidades se había conformado con lanzar un susto tras otro. Tampoco existía la originalidad en las tramas, casi todas orientadas a lo sobrenatural, mezcla de Rosemary's Baby y The Exorcist o directamente un choreo sin vergüenza alguna a esa maravilla llamada The Blair Witch Project. Miren lo mal que estaba todo hasta la llegada del director malasio, que ya no entusiasmaba ni siquiera ese terror que elegía jugar con lo que no se ve antes que con el primer plano fulminante.

Con The Conjuring, el año pasado Wan había conseguido sostener y hasta aumentar la intensidad - y a calidad- de sus recientes muy buenas películas que lo lanzaron al centro de la escena de una forma tan definitiva como veloz. Lamentablemente en Annabelle - en la que participa como productor solamente, aunque es muy visible su mano como guía- se comienzan a ver las grietas lógicas de un estilo que si no se quiere convertir en un cliché deberá cambiar algunos elementos secundarios (no su base que es perfecta). No significa esto que el filme sea malo, pues consigue su cometido que es asustar y llegar hasta la meta sin problemas, pero es una realidad que Annabelle carece de la sorpresa y la novedad que los más recientes productos de la Factoría Wan nos habían entregado (y con los que nos habíamos entusiasmado tanto). Vayamos a las razones por las cuales el cine de James Wan se ha encontrado con su primer bache.


Annabelle funciona como una precuela de The Conjuring, que en su primera escena había abierto la puerta para que la maléfica muñeca que los Warren guardan bajo llave en su museo tenga su propio largometraje. El éxito de la película hizo que al poco tiempo se comenzase a trabajar en este proyecto que se planteaba arriesgado desde el comienzo. La trama comienza con el relato de las dos enfermeras que ya habíamos visto, diciendo que la muñeca que la madre de una de ellas había traído a la casa estaba poseída y buscaba algo más que comunicarse con sus nuevas dueñas. De inmediato se produce un salto temporal y nos encontramos un año antes con Mia (Annabelle Warris, juro que no es un chiste el nombre) y John (Ward Horton), una joven pareja que vive en Los Ángeles en una casa en los suburbios. Hace no mucho tiempo sucedió la matanza perpetrada por Charles Manson y sus seguidores y todo se encuentra muy caldeado. Las miradas de desconfianza, las puertas que ahora se cierran cuando uno no está en la casa, las calles vacías cuando cae el sol...Y como si esto fuera poco, ambos esperan su primer hijo. Tras una pelea por la distancia que se está generando por las presiones que tiene él en su trabajo - un médico a punto de ingresar en la residencia-, aparece en sus vidas la muñeca en cuestión. Mia es coleccionista y necesitaba la última pieza de una antigua serie y John tras mucho buscar consiguió dar con ella.


Hasta allí todo más que normal, pero esa misma noche sus dos amables vecinos aparecen asesinados brutalmente. Mientras John investiga en la casa y ella llama a la policía, aparecen una mujer y un hombre fuera de sí que la atacan y apuñalan en el estómago. El segundo es abatido por un oficial y ella se corta la garganta en el cuarto contiguo. La escena es terrorífica y recuerda al caso "Tate-La Bianca": una sigla escrita con su propia sangre en la pared y la muñeca en sus brazos. El nombre de la muerta era Anabelle y era la hija de sus vecinos, que hacía dos años había huido a una comunidad hippie. Mia logra sobrevivir y el bebé no sufre daños, pero en su reposo obligatorio hasta el final de su embarazo las cosas comienzan a ponerse extrañas en la casa. Comenzará a sentir que algo la observa, la acecha, esperando el momento para salir de las sombras.


El manejo de la tensión es impecable, como siempre, de la mano de una sucesión de primeros y medios planos que se amalgaman a la perfección con la banda sonora. El Giallo (y su creador Dario Argento) sin dudas ha sido una de las grandes inspiraciones de James Wan y esos saltos agudos del volumen se han convertido en una constante. La escena de los pochoclos cocinándose es uno de los tantos ejemplos que prueban la habilidad del director. Y perdonen que hable siempre del malasio y no de John Leonetti quien es el que firma en la dirección, pero está claro que quien dirigió todo el proceso fue el productor. Otro efecto muy bien manejado es el de la aceleración en sincronización con los picos sonoros, primero ralentizando todo y terminando con un susto a máxima velocidad. Siempre es notable también la capacidad que posee para colocar escondido a simple vista los elementos que en un abrir y cerrar de ojos nos hacen saltar de la butaca. Si hay alguien que sabe jugar con los sentidos, con como percibimos las cosas en la pantalla grande, es este realizador.


El guión como bien se dijo en el primer párrafo no es demasiado original y parece un rejunte de viejos filmes de Wan y los más grandes clásicos del terror de los últimos 60 años. La conexión con Rosemary's Baby se hace evidente en la estética (coinciden en época, una real y la otra recreada) y en todo lo que sucede tras el nacimiento de la niña. La maldad que la rodea y algún que otro guiño al filme de Polanski. Más allá de todo esto, la historia es más bien floja y parece hecha de apuro para vender entradas. Es la peor de todas las que forman parte de este círculo interminable que comenzó con Insidious en 2010 y que parece que durará por mucho más tiempo a juzgar por el éxito de cada filme. Lamentablemente Annabelle se termina recostando en la eficacia y la gran calidad de sus antecesoras, lo que equivale a un relajamiento que es lógico pero que a la larga puede tornarse muy negativo.


Eficaz cuando busca asustar y con un espíritu Clase B innegable pero al mismo tiempo con demasiados clichés en su trama y demasiado previsible en casi todo momento, Annabelle falla no por ser una mala cinta sino porque es síntoma de un problema mayor. Las secuencias donde se provocan los quiebres de a poco comienzan a ser medibles a ojo, señal de que el estilo necesita una lavada de cara urgente. En el cine, si una fórmula se hace repetitiva y aburrida al mismo tiempo, debe ser reformulada antes de que el público comience a darle la espalda. El cierre es bueno y no deja cabos sueltos, más allá de no ser en absoluto sorprendente. Ayuda el cartelito de "basado en los archivos de los Warren", que es el "basado en una historia real" del hoy productor. Las actuaciones son buenas, nada muy diferente a lo que acostumbramos a ver en estos productos. Sin ser un desastre pero sin tampoco descollar, Annabelle es la prueba viva de que James Wan - uno de los mejores profesionales de la industria sin duda alguna- ha llegado al punto donde necesita reinventarse para no quedar en el camino.



Puntaje: 6/10     



      

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