George Clooney es
uno de los mejores actores que he visto en mi vida. Lo puedo afirmar y defender
con argumentos y sin ningún problema ante quien sea que critique mi opinión.
Ahora, una cosa es ser un gran actor y otra que ese mismo talento, elegancia y
ductilidad se trasladen al otro lado de la cámara. Sus tres filmes previos como
director resultaron disparejos entre sí, con un pico alto en la maravillosa e
intrigante Good Night And Good Luck
(2005), una baja notable en la particular Leatherheads (2008) y una mejoría importante en la más reciente The Ides Of March (2011). Con The Monuments Men y bajo la premisa de
una historia real – y esta vez es en serio, no un mero truco publicitario- se
embarca en un proyecto que es el mejor ejemplo del dicho que marca que no
siempre una gran idea da los mejores resultados. Como en todas las áreas
profesionales, el éxito depende de la ejecución de los planes y en este caso
lamento decir que Clooney no consiguió
dar en la tecla.
La historia es noble pero más bien simple, una pequeña
página en la historia que intenta capturar lo épico de la tarea llevada a cabo
por un grupo de curadores de arte que en el ocaso de la Segunda Guerra Mundial
se introdujeron vía Ejército de los Estados Unidos en Europa para recuperar
cientos de obras de arte robadas por los Nazis. A muchos podrá emocionarlos y a
otros – la gran mayoría- aburrirlos. Yo me cuento dentro del segundo grupo, que
según lo dicho por los principales críticos de los EEUU y del mundo al parecer
es más nutrido que el primero. La dinámica de The Monuments Men es demasiado similar a Ocean’s Eleven que – tanto la original como su remake y secuelas-
es una película muy divertida sin dudas pero siempre y cuando sus protagonistas
no sean soldados en el medio de una guerra. La combinación inicial entre humor
y solemnidad es una que no funciona y que el director insiste con hacer extensiva
al resto de la película. Lógicamente lo solemne y lo patriótico – y muy barato-
terminan sobrepasando al humor que llega en pocas cantidades y muchas veces sin
causar gracia. El nosotros los buenos y ellos los malos es tan grotesco que
termina logrando lo que la película en sí misma no puede: hacer reír a
carcajadas.
Sorprende que a pesar de estar plagado de enormes actores
como Bill Murray, Matt Damon, John Goodman, Cate Blanchett,
Jean Dujardin y el mismo George Clooney, este largometraje sea en exceso lento y den ganas
de dejar de verlo cuando solo pasaron los primeros 25 minutos. La trama se
desarrolla de una manera demasiado pesada y de prometer el cielo al comienzo
pasa a ser el recorrido de un grupo de amigos por varios pueblitos europeos
destruidos por la guerra con algún que otro tiro de por medio y unas lágrimas
por una muerte. De tan esquemática y aburrida que resulta, The Monuments Men pasa casi desapercibida. Con su pomposidad y auto
celebración desperdicia una muy buena historia y a varios actores que pueden
ser catalogados dentro de los mejores 100 de la historia del cine como mínimo.
De los intérpretes no se puede decir que estén realmente
mal, pues el guion es el verdadero problema. Pero todos menos la gran dupla que
conforman Bill Murray y Bob Balaban – y John Goodman, como siempre sobresaliendo en todas las escenas aún
desde un lugar marginal- se muestran sin sangre, sin corazón, sin alma. La
época está bien recreada sin duda alguna desde lo estético, la escenografía y
el vestuario. La dirección de George
Clooney es igual de desalmada que su actuación sin chispa ni inteligencia.
The Monuments Men
es un pésimo pastiche de Ocean’s Eleven y Band Of Brothers que salió realmente mal
(¿O alguien esperaba que semejante Frankenstein saliese bien?). Los grandes
nombres son un activo que siempre sirve para atraer al espectador, pero luego
el trabajo debe ser bueno para que al finalizar la función estos salgan conformes.
El veredicto final es lógico: una verdadera y penosa pérdida de tiempo.
Puntaje: 3/10
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