Me encontré
con Assault On Wall Street de casualidad. No le presté demasiada atención pero me sorprendió que muchos críticos a los que sigo habitualmente la
hayan puntuado bien. No parecía ser un filme con un gran presupuesto y en principio solo
tenía una cara semi-conocida (Dominic Purcell, sí el grandote de Prison Break) como protagonista. Sin
nada que perder y con un poco de tiempo en mis manos, me senté a ver de qué se
trataba. El experimento de Uwe Boll es previsible pero no por ello deja de ser
entretenido. Veamos las razones que sostienen mi argumento.
La película comienza con
varios noticieros superpuestos de los días en los que Lehman Brothers quebró y
comenzó la enésima crisis de Wall Street en 2008. El director nos muestra hacia
donde apunta su mensaje con la escena inicial: el directorio de una empresa a
punto de quebrar, Lehman claro está, se encuentra reunido y en estado de
emergencia. Los ejecutivos dicen que no importa cuantos clientes lo pierdan
todo, que solamente hay que salvar a la compañía. Los socios y accionistas son
los que merecen la salvación pues los clientes siempre están felices cuando
ganan especulando. Es decir, ahora que perdieron se tienen que joder. Claro que
es mucho más profunda la cuestión, ya que no necesariamente fueron las personas
dueñas del dinero las que apostaron todo en activos tóxicos sino sus brokers. Pero
para las altas esferas de Wall Street, todo es un círculo vicioso en el que
siempre salen ganando ellos a costa de los ciudadanos comunes. Jim (Dominic Purcell) y Rosie (Erin Karpluk) son una
pareja que se encuentra pasando muchas turbulencias económicas debido a los
problemas de salud de ella. Su tumor en el cerebro desapareció pero debe
continuar con su tratamiento pues es muy probable que haya dejado graves
secuelas. Más allá de trabajar a sobreturno en varios trabajos, Jim no logra juntar el dinero
suficiente para pagar un seguro que cubra todo este procedimiento. Es el
símbolo de muchos de los que perdieron su dinero en 2008: buena gente y
honesto, un trabajador que fue embaucado por la persona que manejaba sus
ganancias. Su pensión y ahorros de toda la vida, como los de tantos otros, se
fueron al tacho de basura tras la quiebra de Lehman Brothers. A medida que los
días pasan, todo parece empeorar. Ante un sistema injusto hay dos opciones:
agacharse o tomar el toro por las astas (metáfora más que válida en este caso).
Primero se somete y trata de ir por el buen camino, pero cuando el amor de su
vida se suicida por considerarse la culpable de todo lo que les sucede,
comienza el camino de la venganza.
Purcell está muy bien en un rol
simple donde solo se necesita tener músculos y disparar varias armas. Logra
erigirse convincentemente como un soldado del pueblo, como la voz de todos los
arruinados por la avaricia y la corrupción de Wall Street. Sin duda alguna, a
cualquiera de nosotros se nos pasó por la cabeza hacer lo que Jim hace en la
segunda mitad del filme. Los demás actores acompañan bien - tenemos a Keith David, un secundario famoso a esta altura- y como perlita
tenemos el regreso de Edward Furlong (sí, sí el jovencísimo John Connor en Terminator 2:
Judgement Day) que con varios kilos demás vuelve a la pantalla con una
actuación razonable y simpática. La secuencia de acción final, esencial en este
género, no decepciona y por suerte evita la moralina.
Assault On Wall Street no
es una obra del séptimo arte, pero si un frenético thriller. No hay gran profundidad en el guión ni actuaciones descollantes, pero si una historia bien armada y sólidas interpretaciones. Las
escenas de acción son buenas, pero lamentablemente se amontonan sobre el final. Los diálogos están
bien llevados y la crisis muy bien descripta. Los actores tienen química entre
sí y Furlong resalta sobre todo por el tiempo que llevaba lejos de los flashes y los sets
de filmación. Más allá de hasta haberme parecido un poco larga (le sobra casi
media hora), logró entretenerme bastante. Si eso es lo que cuenta, bienvenida
sea. Échenle una mirada que sirve para pasar el rato y hasta un poco más.
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