lunes, 19 de enero de 2015

Whiplash

Vamos a hablar un rato de la película que elegí como favorita para que se lleve el Oscar este año y de la que nada ni nadie me va a mover ni un pelo. No importa si algunas de las otras nominadas es de mi gusto personal, pues creo que la calidad narrativa, interpretativa y visual que hay en Whiplash alcanza y sobra como para dejar por el piso a cualquiera de sus contrincantes directos. El filme dirigido y escrito por Damien Chazelle y protagonizado por los fenomenales Miles Teller y J.K Simmons era sin dudas uno que esperaba y mucho tras haber visto los primeros avances hace ya unos meses. Lo primero que debo decir es que no me decepcionó en absoluto y lo segundo es que me pareció en extremo mejor de lo que ya pensaba que iba a ser, lo cual habla a mares de la calidad de la película. Que la hayan nominado para los premios de la Academia ya es un triunfo gigante para un filme que en comparación con los demás de la lista no posee ni un cuarto de su presupuesto y de su lobby publicitario. 

Fletcher (J.K Simmons) es una eminencia dentro del mundo de la música. Profesor y Director de la orquesta principal de la mejor academia de música en los Estados Unidos, se encuentra en la constante búsqueda de nuevos talentos para sumar a su grupo profesional. De casualidad, se cruza con Andrew (Miles Teller), un joven estudiante de primer año que está haciendo sus primeras armas con la batería. Con mucho talento pero también con demasiado por aprender, sorprende al experimentado pope a pesar de una audición espontánea bastante irregular. A pesar de esto, Andrew es alguien ambicioso e incansable que busca de todas las maneras posible capturar la atención de esta figura a la que admira tanto. Con sus apenas 19 años a cuestas, se gana la posibilidad de ser el segundo en la batería de la orquesta del establecimiento. Desde aquí en adelante, comenzará dos relaciones que van a configurar el resto de su vida y que lo pondrán ante una disyuntiva que suele ser el dilema de todo talentoso: primero con Fletcher, que sabe lo que vale, y casi de inmediato con Nicole (Melissa Benoist), una muchacha que trabaja en la sala de cine a la que asiste a cada semana con su padre y con la que posee una evidente química. 


Desde la primera sesión, Andrew se va a encontrar con un maestro implacable que primero presenta una faceta muy amable y compinche y luego exhibe su verdadero rostro. Alguien dispuesto a exprimir al máximo a los verdaderos talentos, a esos que pueden llegar lejos, para evitar que se queden a mitad de camino. Esto aunque implique hacerlos sudar, llorar y hasta sangrar para que se puedan encontrar a sí mismos. Los límites, claro, no existen para Fletcher que no ceja jamás a la hora de dar con la gema que termine de decorar su brillante corona. 


Whiplash es un perfecto retrato de una escuela musical de excelencia. Tenemos primera fila para las prácticas y los shows, así como para la presión total a medida que la vara comienza a elevarse. Para el protagonista, su vida se convierte en un trabajo obsesivo y nocivo a la vez, de 24 horas corridas tocando la batería con la foto de Buddy Rich pegada en la pared. Asistimos a un tour de force de la mano de Miles Teller, que está perfecto en la composición de un chico con sueños, talento y muchas ganas de ser el mejor en los suyo. Su Andrew tiene muy en claro que el momento de elegir entre una vida normal o una abocada a la música llegará muy pronto, más allá de las lógicas dudas que lo invadirán una vez que se enfrente con esa realidad. En el medio debe enfrentar a los prejuicios y burlas de su familia, basados sobre todo en la ignorancia respecto de lo que él estudia y en el hecho de que su hermano mayor es el típico Quarterback estrellita de la High School.


La pieza que le da la forma definitiva a la historia es J.K Simmons, que nos entrega una actuación memorable que ya le ha valido un Globo de Oro como Mejor Actor de Reparto y más vale que le consiga su muy merecido Oscar en esa misma categoría. Su trabajo es tan intenso y tan meticuloso que el espectador nunca puede dilucidad si él es el personaje principal o el partenaire en la trama. Con una ambigüedad maquiavélica, su Fletcher es un profesor que solo conoce un método para sacar lo mejor de los suyos: la dureza que llega a ser maldad en estado puro. Ni piedad ni contemplación alguna a la hora de armar una excelente orquesta y de, más que nada, forjar a un músico legendario.
 

La química entre Teller y Simmons es impresionante en todas las fases que atraviesa su relación. Del encanto inicial a la oscuridad y tensión que afloran casi en la mitad y terminan estallando en la magnífica resolución del filme. La progresión del blanco hacia el negro está manejada con mucho criterio y con un timing sensacional por parte de los dos actores que con el manejo corporal y de la mirada lo dejan a uno con la piel de gallina y pidiendo más al mismo tiempo. Whiplash es una batalla entre dos personajes con demasiadas aristas y un ego incontenible que, para sorpresa de muchos, es lo que los mantiene unidos aun en los peores momentos. Son dos planetas que se atraen y que terminan chocando en un duelo digno de la mejor película de acción.


El guión escrito por Chazelle es impecable y se desenvuelve con el tiempo justo. Lo mejor llega cuando todos pensamos que la lección ya ha terminado y que los buenos son los que triunfan contra el abuso y el exceso. Es allí cuando un inteligente giro, en una secuencia final que hiela la sangre, nos hace darnos cuenta que tal vez no entendimos demasiado el filme. Que hay ciertas cosas que son necesarias para llegar a ser uno de los grandes de verdad y no solo una mera atracción de bares de mala muerte. La vuelta de tuerca que espera al final es aún más potente y nos envía a la lona con un muy buen golpe al hígado, una de esas trompadas que son imperceptibles pero suficientes para derrotar a cualquiera. 


Whiplash es un viaje de ida y sin el retorno garantizado, de la sumisión y la humillación al choque directo sin jerarquías ni mediaciones. El trabajo de Miles Teller es excelente como el alumno atormentado por el mentor y ya es correcto y necesario decir que es uno de los mejores actores de la nueva generación. Pero desde el primer minuto es J.K Simmons quien se lleva todas las palmas como la encarnación perfecta de esa famosa frase de que si el fin es noble, los medios son lo que menos importa. Chazelle armó un gran libro y detrás de cámaras se luce con planos que nos meten de lleno en el corazón de una guerra a pura adrenalina, sudor y sangre. El cierre del filme es más que impresionante y no da respiro: ni en Alaska uno sentiría frío después de presenciar tamaña pieza artística. Las luces están muy bien dispuestas, siempre tenues pues Whiplash se desarrolla en las sombras del instituto y en las noches sin dormir de su protagonista y luego explotando cuando sale al exterior tras tanto encierro. Demás está agregar que la música es hermosa y que el soundtrack es uno que deben comprar de inmediato si es que aman el Jazz o la buena vida en líneas generales. Les presento a Whiplash, mi película para esta temporada de premios. 



Puntaje: 10+/10   



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