miércoles, 14 de enero de 2015

Nightcrawler

Si hay una profesión que es despreciable para el cine es la de los paparazzi tal como los conocemos en los Estados Unidos. Hay varios filmes que los retratan como bestias salvajes que son capaces de poner en riesgo la vida de sus fotografiados con tal de conseguir esa imagen que les permita ganar mucho dinero y llegar a ser reconocidos en la industria. Si bien es verdad que la mayoría de ellos encaja a la perfección dentro de este perfil - o al menos coincide en algunas partes- debemos decir que es un trabajo que no paga muy bien y que en más bien digno de quien no puede llegar más alto en un universo laboral cada vez más especializado y reducido. Suele ser el último castillo de aquellos guionistas y/o actores frustrados que alguna vez pegaron algún rol en un filme malo y también el de los "Average Joe" que luchan por un tiempo por conseguir algún trabajo digno pero que, con toda su buena voluntad a cuestas, terminan fracasando. Nightcrawler es un filme dirigido y escrito por Dan Gilroy que busca hacer foco en este tipo de trabajadores pero no particularmente en los que retratan celebridades, sino en aquellos que pasan la noche en vigilia con un radio policial para poder filmar y sacar fotos de accidentes y escenas del crimen y luego venderlas al mejor postor entre los varios canales de noticias. Ellos son el producto directo de una nueva época, en la que lo necesario no es una noticia bien contada, inteligente e interesante para la sociedad sino una bien impactante, llena de sangre y lo suficientemente escabrosa como para introducir el miedo en la comunidad - cualquier que esta sea- y así conseguir aumentar la audiencia.


El filme tiene una introducción muy similar a la de la reciente The Canyons (2013), con un recorrido por Los Ángeles de noche en el que vemos esa mezcla particular entre glamour ochentoso y una suciedad absoluta que porta esta legendaria ciudad cuando las luces se apagan y nos alejamos un poco de lo que vemos siempre en las películas que nos muestran a Beverly Hills y sus paseos en autos descapotables. Louis Bloom (Jake Gyllenhaal) es un clásico buscavidas, alguien que lo ha intentado todo para poder sobrevivir en esta jungla de cemento. Es un muchacho trabajador y serio sin dudas, pero también queda claro que no le teme a la idea de trabajar en la ilegalidad plena con tal de hacer un poco de dinero. Tras sufrir su enésimo rechazo, se cruza con un feroz accidente en el medio de la carretera volviendo a casa. Ve como un grupo de fotógrafos llega al lugar ante que la policía y así consiguen material crudo y de primera mano para venderlo a la mañana siguiente a los canales de noticias. Interesado y embelesado por lo que acaba de ver, Louis consigue una radio con frecuencia policial y una buena filmadora para salir a buscar fama y dinero. Si bien sus primeros intentos no dan buenos resultados, logra capturar material muy interesante casi de casualidad que bien podría ser solo la primera pista de un caso muy importante. En su camino se cruzará con Nina Romina (René Russo), la directora de una señal televisiva que no está en su mejor momento y que necesita de un fuerte impacto en los televidentes para poder sobrevivir. Le comprará el material sin dudarlo y le pide que siga adelante, que salga a buscar los hechos y que se los traiga solamente a ella.


Cuando Louis ve su trabajo en el Canal 6, comienza a adentrarse definitivamente en el mundo de las guardias nocturnas de Los Ángeles. Para alcanzar mayor eficacia, contrata a Rick (Riz Ahmed), un joven que necesita urgentemente algo de plata y que es seducido por el carisma y el discurso del sueño americano que Bloom le recita. Será quien maneje el auto, por lo que 3/4 de la responsabilidad a la hora de ser los primeros en las escenas caerá sobre sus hombros. No pasa poco tiempo para que Louis comience a romper todos los límites éticos y legales con tan de obtener filmaciones que por su contenido emocional y gráfico logren atrapar la atención de las grandes audiencias. Lo que al comienzo era un simple trabajo para salir del pozo, se convierte en una obsesión y vemos como Louis cae en una espiral de la cual no parece haber retorno posible.


El aspecto central de Nightcrawler son las dos caras de su protagonista. Por un lado tenemos a una persona ambiciosa y con una viveza absoluta, con un discurso noble y con un espíritu de trabajo envidiable. Pero por el otro estamos frente a un psicópata modelo, alguien que detrás de su máscara que combina amabilidad y sumisión esconde una oscuridad que siempre amenaza con consumirlo. No es erróneo decir que Louis Bloom tiene mucho en común con el exquisitamente enfermo y asesino Patrick Bateman de American Psycho (2000), aunque su gran diferencia reside en lo que exhiben a nivel superficie.


El trabajo de Jake Gyllenhaal es magnífico y merece ser aplaudido de pie cuando el filme termina. Compone a una persona obsesiva, meticulosa y llena de intensidad. Un solitario absoluto y un psicópata lleno de ambiciones y de coraje, pues más allá de que su actividad sea deleznable no por ello es simple. Louis Bloom aprende velozmente todo lo que hay que saber acerca del negocio hasta convertirse en el rey del mismo, básicamente por el hecho de mostrarse completamente impermeable a toda la sangre y la muerte que pasan por delante de su lente a cada noche. Gyllenhaal bajó de peso hasta el punto justo y con ello terminó de quitarle todo rasgo de humanidad a Bloom, convirtiéndolo en poco más que una sombra que vaga por las noches tratando de encontrar el combustible que lo hace levantarse al día siguiente. Su enfoque maquiavélico a la hora de preparar las escenas del crimen y hasta de hacer que todo encaje en su lugar para poder obtener la toma perfecta - en un acto de comprensión total acerca de como funciona la lógica del showbusiness hoy día- hace que la piel del espectador se erice. A medida que la presión aumenta y la competencia se pone muy dura, el descenso al infierno de Louis Bloom es muy veloz. Su perturbadora transformación es lo que nos ata a la pantalla y lo que sitúa a Nightcrawler en la línea alta para acceder a una nominación como Mejor Película en los próximos Premios Oscar.


El guión es muy inteligente y al mismo tiempo simple y lineal; sin vueltas de tuerca imprevisibles ni demasiadas sorpresas, yendo a por todo desde el primer minuto. Además de la crítica a los medios y a su sed por tener la pantalla pintada de rojo sangre - donde no hay moral sino búsqueda desesperada por subir el rating- es muy intenso el retrato de Los Ángeles. El contraste entre la noche y el día es algo que no puede ser dejado de lado, pues no se trata de una cuestión de diferencias entre ciudad y suburbio sino de algo más profundo. La estética es excelente más que nada porque Los Ángeles transpira muerte y decadencia por sí sola sin que se deban realizar demasiados arreglos. La dupla protagónica funciona muy bien: Gyllenhaal y Russo llevan el pulso del filme y muestran una gran química en las escenas que comparten. Nightcrawler es una montaña rusa desde los títulos y logra elevar todo hasta el máximo posible al punto de atarnos al borde de nuestras butacas. Igualmente, y para la tranquilidad de los más sensibles, no es un shock de adrenalina puro sino que Gilroy sabe muy bien como no abrumar con el ritmo y lo dosifica con una notable inserción del género policial en el medio.


El aspecto técnico es impecable e implacable, siendo la escena de la persecución en auto que da pie al inicio del tramo final del filme un ejemplo de como se debe filmar este tipo de acciones: precisión, intensidad y crudeza sorprendentes. La banda sonora es ideal pues combina elementos del terror con los del thriller para no perder nunca al espectador aún cuando en pantalla no está sucediendo nada demasiado interesante. El cierre de Nightcrawler es la triste confirmación de que los límites ya no existen, si es que alguna vez lo hicieron. De que la locura y el salvajismo hace tiempo que no son más que características principales de nuestra sociedad y de la humanidad en sí misma.



Puntaje: 10/10


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