jueves, 29 de enero de 2015

The Interview


Este "polémico" filme - como lo tildaron todos, hasta los que no lo vieron- llegó precedido por un vergonzoso ataque a la base de datos de Sony, la compañía que ofició de productora. Tras una interminable cantidad de idas y venidas, que incluyeron la abrupta suspensión del estreno, The Interview llegó a los espectadores con una salida reducida en salas de cine y vía tres o cuatro servicios de VOD que por unos pocos dólares permiten alquilar el filme por 24 horas. Claro que algunos se olvidaron de restringir la posibilidad de copiar la película una vez que se pagaba para acceder a ella, por lo que el contenido se viralizó y masificó gratuitamente a una velocidad imposible de controlar. Una vez terminado este resumen de todos los vericuetos por los que The Interview pasó antes de ver la luz, vayamos a lo que verdaderamente nos interesa.

James Franco, Seth Rogen y Evan Goldberg son siempre un trío para ganar. Los nuevos reyes de la comedia norteamericana, que venían amagando hace varios años a quedarse con el trono pero que lo consiguieron con la indescriptible - en el buen sentido, claro- e hilarante hasta el cielo (cuak), This Is The End. Las expectativas que se generaron tras el hackeo a Sony fueron muy altas y es mi opinión que The Interview logra satisfacerlas más que con creces. 


Dave Skylark (James Franco) es el conductor estrella de "Skylark Tonight", un programa bien amarillista y pedorro, pero que tiene una audiencia masiva. Aaron Rapaport (Seth Rogen) es su productor, un buen tipo que hace muy eficazmente su trabajo pero que desea dar el gran salto adelante en su carrera de una buena vez. Pero por el momento debe conformarse con que Rob Lowe muestre que es calvo y que usa peluca o que Eminem - en un cameo sensacional, puro humor autoreferencial- declare accidentalmente al aire su homosexualidad sin tapujos y con cara de "¿Qué, no se habían dado cuenta?". En la fiesta de celebración por los 1000 programas, Aaron entra en crisis y le expresa a su mejor amigo que desea ponerse un poco más serio. Dave lo escucha y le promete ir de a poco cambiando el enfoque del show para que sea un poco más parecido a lo que él desea. 


En paralelo a esta historia, Corea del Norte termina de convertirse en el enemigo público número uno del mundo tras probar un misil nuclear y amenazar con destruir en mil pedazos a los Estados Unidos. Por mera casualidad, Dave descubre que Kim Jong-Un, líder de ese país, es fanático a rabiar de
"Skylark Tonight" por lo que llama a un teléfono que encuentra y deja un mensaje pidiendo una entrevista con este enigmático personaje. La respuesta no tarda demasiado en llegar y sorprende al joven conductor: el Jefe de Estado de Corea del Norte acepta la entrevista y le pide que se reúna con uno de sus representantes en una locación remota en el medio de China. Una escena hilarante que incluye un helicóptero de guerra en el medio de la montaña es el preludio para la confirmación de la entrevista y la entrega de las pautas a seguir. Al otro día, toca a su puerta la Agente Lacey (Lizzy Caplan) de la CIA que sin dar demasiadas vueltas - y seduciéndolos de una manera tan obvia que causa gracia- les pide que asesinen a Kim. De ahí en más, la puerta al desastre quedará abierta y todo tipo de complicaciones se cruzaran en el camino de estos dos impensados reclutas a la hora de cumplir con su misión.


Lo primero para mencionar es que la química entre Rogen y Franco es perfecta. Más allá de que Rogen se encuentre en un rol más secundario dentro de la trama - ahora volvemos sobre esto-, la chispa que poseen es increíble e insuperable. La lluvia de chistes cae desde el primer minuto y los hay de todos los colores: sexuales, racistas, políticos, escatológicos, estúpidos...Y lo mejor es que ninguno de ellos funciona mal o queda desubicado. The Interview se planta como una parodia que ríe sin censura de la megalomanía de la dictadura que gobierna Corea del Norte. Pero lo que va a sorprender a varios es que también burla y pone en el ojo de la tormenta a todos los prejuicios que poseen los norteamericanos - y nosotros también, no nos hagamos los boludos- acerca del país asiático y de su Querido Líder. 


Hablando del Líder, la entrada de Kim Jong-Un (Randall Park, un descubrimiento) es brillante y llena de energía. Su performance es un delirio total: mucho humor para ponerse en la piel de alguien que combina todos los clichés del dictador modelo y muchos rasgos que lo hacen un tipo bastante copado y demasiado normal. La ambivalencia está muy bien jugada y este es el gran acierto del filme: todos los miedos y las incertidumbres que posee Kim se traducen en el hecho de que casi siempre se encuentra agobiado por el mito que se armó a su alrededor - no se pierdan lo del culo, por favor-, la sombra de su padre y la imposibilidad de tener una vida normal. Tres cosas que desde todo punto de vista parecen de lo más normal y lógico. La relación principal en The Interview es la que se forma entre Dave y Kim, un bromance muy bien desarrollado que va de la primavera inicial al descontento en el que todos sabemos que sí o sí desembocará. 


The Interview logra mantener el ritmo de la comedia con una tenaz eficiencia a la hora de insertar los chistes. Cada vez que parece que la broma no va a tener ningún efecto, esta logra reiniciar el círculo y así sucesivamente. La parte del thriller, la parodia de una novela clásica de espías en tiempos modernos, se sostiene por sí sola pues los tres protagonistas demuestran tener mucha espalda y talento a rabiar y por qué los guionistas - entre ellos los dos directores- una muy buena y afilada muñeca. Detrás de todos los chistes, las referencias a la cultura pop y la sátira de los medios y del mundo tal cual lo vivimos en estos tiempos, The Interview nos ofrece una historia muy bien contada. Básica si se quiere, no muy compleja y sin vueltas de tuerca sorpresivas, pero que posee una introducción, nudo y desenlace claros y dinámicos. La visión norteamericana se termina imponiendo, las luces del comienzo ceden a las sombras de los minutos finales, pero no por ello la película pasa a ser mala. Ese debate es político y no importa, porque estamos frente a un producto que nos grita constantemente que esa parte es la menos relevante. 


La única reflexión puramente política la trae el genial personaje de Diana Bang - la pequeña y aguerrida Sook- en una escena donde le explica al despistado dúo que la mejor forma de cagar a Kim no es matarlo sino mostrarle a su país que es tan solo un ser humano como todos los demás. Un Power To The People que va a contramano del American Way Of Life que erróneamente se le endilga al filme de Rogen y Goldberg


La sangre corre sin problemas y no hay miedo alguno a lo políticamente incorrecto, pues desde su concepción era todo menos eso. El cierre es más que explosivo, el espíritu de Quentin Tarantino se hace presente en el cierre que constituye un delirio mucho más grande y loco que todo lo que habíamos visto hasta allí. Una escena final que deben verla ustedes y sacar sus propias conclusiones, pero que a mi parecer no es para nada escandalosa ni terrible ni ofensiva para con Corea del Norte. Ofenderse con The Interview es ser alguien demasiado pelotudo e inseguro, algo que habla mucho de los que llegaron a llamar a Obama "Mono" por apoyar el estreno del filme. 


The Interview, guste o no, es una sensacional sátira que está muy bien jugada. Otro pleno de Rogen y Goldberg, que se perfilan como la dupla que más nos va a hacer reír por varios años más. La comedia del futuro sin lugar a dudas, muy osada y entretenida en exceso. Un notable trabajo desde la dirección, el libro y la actuación. Muchos la criticaron, muchos dijeron que no tenía gracia, otros tantos expresaron su disgusto por su supuesto mensaje político...El mundo está poblado de personas que por suerte piensan muy distinto y que poseen visiones bien diferentes de cada filme. Que viva la pluralidad y que viva The Interview.



Puntaje: 9/10


viernes, 23 de enero de 2015

Gone Girl


David Fincher es ese señor que nos trajo Fight Club (1999), Panic Room (2002), Zodiac (2007), The Social Network (2010) y The Girl Wit The Dragon Tattoo (2011). Ya solamente con este pequeño pedazo de su filmografía - al que agregaremos ser el productor de la fenomenal Lords Of Dogtown (2005) y de la serie del momento, House Of Cards- deberíamos reverenciarlo ante cada nuevo producto que dispone frente a nosotros. Gone Girl, la adaptación cinematográfica del libro homónimo escrito por Gillian Flynn, no es la excepción a la regla: es un filme complejo, con muchas vueltas de tuerca, un mensaje potente y muy buenas actuaciones. El desafío no era en absoluto simple sino más bien casi imposible; cualquiera que haya leído el libro de Flynn confirmará esto. La profundidad de sus personajes y lo intrincado del caso policial que funciona como base, no convierten a Gone Girl en el sueño húmedo de cualquier director de cine. Pero todos sabemos - hasta sus detractores- que David Fincher no es cualquier director.

Nick (Ben Affleck) y Amy Dunne (Rosamund Pike) son un matrimonio que está cumpliendo cinco años y se encuentra en una aparente crisis terminal. La rutina parece haberlos consumido y de entrada un flashback nos lleva hacia el momento en el cual se conocieron por pura "casualidad" en una fiesta estilo high school. Vuelta al presente y vemos a Nick llegando a su casa, apurado por un llamado que recibió de su vecino que se encontró por enésima vez con su gato en su parque. Acto seguido, Nick ingresa a su hogar y ve una mesa ratona de vidrio destrozada. Comienza a llamar a su mujer desesperado y se da cuenta que no está por ninguna parte; la desesperación lo invade y realiza la denuncia en la comisaria local.


La búsqueda incansable de Amy comienza ese mismo día y la Detective Rhonda Boney (Kim Dickens) tomará como pistas una serie de mensajes que la desaparecida le dejó a su marido en un habitual juego de ellos para cada aniversario. Hay varios puntos que no le cierran a nadie y los prejuicios apuntan directo hacia Nick, que al mismo tiempo que trata de esquivar las balas mediáticas intenta reorganizar sus pensamientos para descubrir que fue lo que realmente sucedió. Nos vemos sometidos a un salto permanente entre pasado y presente, en el que el relato de Amy nos lleva por todo lo que vivieron desde el primer día hasta la dura y lamentable actualidad. La caza de brujas se ha desatado y pocos tienen al menos algo de sentido común a la hora de analizar los hechos. Un pueblo entero pide por la cabeza del marido de la pobre muchacha que seguramente fue asesinada y lanzada al río por tamaña mente macabra. Toda una radiografía del patético rol de los medios - personificados en la desopilante Missi Pyle, en el rol de una conductora muy particular- y de como no podemos vivir sin mandar a la horca a alguien, sin importar si es culpable o inocente, para poder dormir tranquilos.


Gone Girl es una muy dura crítica al matrimonio como institución social y un enigma gigante que cada espectador deberá ir descifrando a medida que pasen los minutos. El sueño inicial se convierte en una pesadilla, esa sería la lectura simple del filme, aunque de a poco nos lleva a preguntarnos si realmente hubo un idilio alguna vez entre los dos protagonistas. Fincher hace que sea muy claro el pasaje de la luz a la oscuridad y nos advierte que en cualquier relación siempre hay resquemores y tuercas que no están bien ajustadas. Que lo importante es solucionar esos problemas antes de que lo coman vivo y todo pueda terminar realmente mal. 


Un policial impecable sin dudas, Gone Girl posee una innumerable cantidad de giros argumentativos que lo hacen una fidedigna adaptación del libro original. Un tendal de interrogantes que sirve para que uno al responderlos solamente se encuentre con otros mucho más turbios y monstruosos. El círculo no parece cerrarse jamás, algo que los últimos 25' se encargan de confirmar casi con resignación. La conclusión es excelente. un pliegue que logra envolver a todos los demás dentro de sí, que sin dudas es imaginable pero no de la manera en la que se termina materializando. 


Habrá que pensar más de dos veces desde aquí en más cada vez que nos surja la pregunta de si existen verdaderamente el amor y el crimen perfectos. El bueno de David Fincher reparte sin asco ni miedo contra los grandes noticieros, el matrimonio - al que tilda lisa y llanamente como una farsa- y contra el mismísimo sistema judicial norteamericano. No es el primer filme que critica a este poder por manejarse en base a las imbéciles corazondas de la población y a lo que sale de las usinas periodísticas.


Gone Girl es un brillante trabajo de David Fincher, que prodigiosamente logra construir un universo lleno de sombras y sospechas que se asemeja - siendo esto lo terrible- a la vida cotidiana de la mayoría de los seres humanos. Un espejo de nuestra realidad, nada peor que eso. Y de paso nos entrega a uno de los mejores psicópatas que se haya visto en pantalla grande o chica, elija usted lector la que más le guste. La batalla que comienza a desarrollarse desde la mitad del filme hasta su muy buen cierre -admito que le sobraron unos 15'- es desgarradora y llena de intensidad. 


Rosamund Pike y Ben Affleck se despachan con fenomenales performances y su química es magistral. Logran llevar de la quietud al extremo a sus personajes con mucha elegancia y oficio, algo que es novedoso en Affleck quien desde su primera incursión detrás de cámaras - hoy por hoy es uno de los mejores directores, punto- ha mejorado descomunalmente delante de ellas. Mención de honor para Kim Dickens que compone a una detective honesta y trabajadora, para nada ingenua y con las ideas muy claras, consiguiendo un personaje muy disfrutable y sólido. Lo de Missi Pyle es algo que deberán ver por ustedes mismos, pero les garantizo que reirán a carcajadas con una parodia que se asemeja demasiado a lo que está burlando. 


Las críticas hacia Gone Girl fueron disparejas y creo que es entendible que muchos críticos no hayan salido conformes de la sala. En mi humilde opinión, si es que sirve para algo, Fincher ha logrado otra producción maravillosa que posee todos los ingredientes de los mejores thrillers. Si a eso le sumamos las actuaciones, el trabajo técnico y la banda sonora a cargo de Trent Reznor & Aticus Ross (responsables del OST de The Social Network, que es maravilloso, de los mejor en la historia del cine) creo que el saldo es más que positivo. Hasta se puede vislumbrar apenas por debajo de la superficie una comedia negra de proporciones notables. Tal vez sea un poco más larga de lo necesario, pero errar es humano y más allá de todo lo escrito aquí, David Fincher es uno de los nuestros.



Puntaje: 8.5/10 




lunes, 19 de enero de 2015

Whiplash

Vamos a hablar un rato de la película que elegí como favorita para que se lleve el Oscar este año y de la que nada ni nadie me va a mover ni un pelo. No importa si algunas de las otras nominadas es de mi gusto personal, pues creo que la calidad narrativa, interpretativa y visual que hay en Whiplash alcanza y sobra como para dejar por el piso a cualquiera de sus contrincantes directos. El filme dirigido y escrito por Damien Chazelle y protagonizado por los fenomenales Miles Teller y J.K Simmons era sin dudas uno que esperaba y mucho tras haber visto los primeros avances hace ya unos meses. Lo primero que debo decir es que no me decepcionó en absoluto y lo segundo es que me pareció en extremo mejor de lo que ya pensaba que iba a ser, lo cual habla a mares de la calidad de la película. Que la hayan nominado para los premios de la Academia ya es un triunfo gigante para un filme que en comparación con los demás de la lista no posee ni un cuarto de su presupuesto y de su lobby publicitario. 

Fletcher (J.K Simmons) es una eminencia dentro del mundo de la música. Profesor y Director de la orquesta principal de la mejor academia de música en los Estados Unidos, se encuentra en la constante búsqueda de nuevos talentos para sumar a su grupo profesional. De casualidad, se cruza con Andrew (Miles Teller), un joven estudiante de primer año que está haciendo sus primeras armas con la batería. Con mucho talento pero también con demasiado por aprender, sorprende al experimentado pope a pesar de una audición espontánea bastante irregular. A pesar de esto, Andrew es alguien ambicioso e incansable que busca de todas las maneras posible capturar la atención de esta figura a la que admira tanto. Con sus apenas 19 años a cuestas, se gana la posibilidad de ser el segundo en la batería de la orquesta del establecimiento. Desde aquí en adelante, comenzará dos relaciones que van a configurar el resto de su vida y que lo pondrán ante una disyuntiva que suele ser el dilema de todo talentoso: primero con Fletcher, que sabe lo que vale, y casi de inmediato con Nicole (Melissa Benoist), una muchacha que trabaja en la sala de cine a la que asiste a cada semana con su padre y con la que posee una evidente química. 


Desde la primera sesión, Andrew se va a encontrar con un maestro implacable que primero presenta una faceta muy amable y compinche y luego exhibe su verdadero rostro. Alguien dispuesto a exprimir al máximo a los verdaderos talentos, a esos que pueden llegar lejos, para evitar que se queden a mitad de camino. Esto aunque implique hacerlos sudar, llorar y hasta sangrar para que se puedan encontrar a sí mismos. Los límites, claro, no existen para Fletcher que no ceja jamás a la hora de dar con la gema que termine de decorar su brillante corona. 


Whiplash es un perfecto retrato de una escuela musical de excelencia. Tenemos primera fila para las prácticas y los shows, así como para la presión total a medida que la vara comienza a elevarse. Para el protagonista, su vida se convierte en un trabajo obsesivo y nocivo a la vez, de 24 horas corridas tocando la batería con la foto de Buddy Rich pegada en la pared. Asistimos a un tour de force de la mano de Miles Teller, que está perfecto en la composición de un chico con sueños, talento y muchas ganas de ser el mejor en los suyo. Su Andrew tiene muy en claro que el momento de elegir entre una vida normal o una abocada a la música llegará muy pronto, más allá de las lógicas dudas que lo invadirán una vez que se enfrente con esa realidad. En el medio debe enfrentar a los prejuicios y burlas de su familia, basados sobre todo en la ignorancia respecto de lo que él estudia y en el hecho de que su hermano mayor es el típico Quarterback estrellita de la High School.


La pieza que le da la forma definitiva a la historia es J.K Simmons, que nos entrega una actuación memorable que ya le ha valido un Globo de Oro como Mejor Actor de Reparto y más vale que le consiga su muy merecido Oscar en esa misma categoría. Su trabajo es tan intenso y tan meticuloso que el espectador nunca puede dilucidad si él es el personaje principal o el partenaire en la trama. Con una ambigüedad maquiavélica, su Fletcher es un profesor que solo conoce un método para sacar lo mejor de los suyos: la dureza que llega a ser maldad en estado puro. Ni piedad ni contemplación alguna a la hora de armar una excelente orquesta y de, más que nada, forjar a un músico legendario.
 

La química entre Teller y Simmons es impresionante en todas las fases que atraviesa su relación. Del encanto inicial a la oscuridad y tensión que afloran casi en la mitad y terminan estallando en la magnífica resolución del filme. La progresión del blanco hacia el negro está manejada con mucho criterio y con un timing sensacional por parte de los dos actores que con el manejo corporal y de la mirada lo dejan a uno con la piel de gallina y pidiendo más al mismo tiempo. Whiplash es una batalla entre dos personajes con demasiadas aristas y un ego incontenible que, para sorpresa de muchos, es lo que los mantiene unidos aun en los peores momentos. Son dos planetas que se atraen y que terminan chocando en un duelo digno de la mejor película de acción.


El guión escrito por Chazelle es impecable y se desenvuelve con el tiempo justo. Lo mejor llega cuando todos pensamos que la lección ya ha terminado y que los buenos son los que triunfan contra el abuso y el exceso. Es allí cuando un inteligente giro, en una secuencia final que hiela la sangre, nos hace darnos cuenta que tal vez no entendimos demasiado el filme. Que hay ciertas cosas que son necesarias para llegar a ser uno de los grandes de verdad y no solo una mera atracción de bares de mala muerte. La vuelta de tuerca que espera al final es aún más potente y nos envía a la lona con un muy buen golpe al hígado, una de esas trompadas que son imperceptibles pero suficientes para derrotar a cualquiera. 


Whiplash es un viaje de ida y sin el retorno garantizado, de la sumisión y la humillación al choque directo sin jerarquías ni mediaciones. El trabajo de Miles Teller es excelente como el alumno atormentado por el mentor y ya es correcto y necesario decir que es uno de los mejores actores de la nueva generación. Pero desde el primer minuto es J.K Simmons quien se lleva todas las palmas como la encarnación perfecta de esa famosa frase de que si el fin es noble, los medios son lo que menos importa. Chazelle armó un gran libro y detrás de cámaras se luce con planos que nos meten de lleno en el corazón de una guerra a pura adrenalina, sudor y sangre. El cierre del filme es más que impresionante y no da respiro: ni en Alaska uno sentiría frío después de presenciar tamaña pieza artística. Las luces están muy bien dispuestas, siempre tenues pues Whiplash se desarrolla en las sombras del instituto y en las noches sin dormir de su protagonista y luego explotando cuando sale al exterior tras tanto encierro. Demás está agregar que la música es hermosa y que el soundtrack es uno que deben comprar de inmediato si es que aman el Jazz o la buena vida en líneas generales. Les presento a Whiplash, mi película para esta temporada de premios. 



Puntaje: 10+/10   



miércoles, 14 de enero de 2015

Nightcrawler

Si hay una profesión que es despreciable para el cine es la de los paparazzi tal como los conocemos en los Estados Unidos. Hay varios filmes que los retratan como bestias salvajes que son capaces de poner en riesgo la vida de sus fotografiados con tal de conseguir esa imagen que les permita ganar mucho dinero y llegar a ser reconocidos en la industria. Si bien es verdad que la mayoría de ellos encaja a la perfección dentro de este perfil - o al menos coincide en algunas partes- debemos decir que es un trabajo que no paga muy bien y que en más bien digno de quien no puede llegar más alto en un universo laboral cada vez más especializado y reducido. Suele ser el último castillo de aquellos guionistas y/o actores frustrados que alguna vez pegaron algún rol en un filme malo y también el de los "Average Joe" que luchan por un tiempo por conseguir algún trabajo digno pero que, con toda su buena voluntad a cuestas, terminan fracasando. Nightcrawler es un filme dirigido y escrito por Dan Gilroy que busca hacer foco en este tipo de trabajadores pero no particularmente en los que retratan celebridades, sino en aquellos que pasan la noche en vigilia con un radio policial para poder filmar y sacar fotos de accidentes y escenas del crimen y luego venderlas al mejor postor entre los varios canales de noticias. Ellos son el producto directo de una nueva época, en la que lo necesario no es una noticia bien contada, inteligente e interesante para la sociedad sino una bien impactante, llena de sangre y lo suficientemente escabrosa como para introducir el miedo en la comunidad - cualquier que esta sea- y así conseguir aumentar la audiencia.


El filme tiene una introducción muy similar a la de la reciente The Canyons (2013), con un recorrido por Los Ángeles de noche en el que vemos esa mezcla particular entre glamour ochentoso y una suciedad absoluta que porta esta legendaria ciudad cuando las luces se apagan y nos alejamos un poco de lo que vemos siempre en las películas que nos muestran a Beverly Hills y sus paseos en autos descapotables. Louis Bloom (Jake Gyllenhaal) es un clásico buscavidas, alguien que lo ha intentado todo para poder sobrevivir en esta jungla de cemento. Es un muchacho trabajador y serio sin dudas, pero también queda claro que no le teme a la idea de trabajar en la ilegalidad plena con tal de hacer un poco de dinero. Tras sufrir su enésimo rechazo, se cruza con un feroz accidente en el medio de la carretera volviendo a casa. Ve como un grupo de fotógrafos llega al lugar ante que la policía y así consiguen material crudo y de primera mano para venderlo a la mañana siguiente a los canales de noticias. Interesado y embelesado por lo que acaba de ver, Louis consigue una radio con frecuencia policial y una buena filmadora para salir a buscar fama y dinero. Si bien sus primeros intentos no dan buenos resultados, logra capturar material muy interesante casi de casualidad que bien podría ser solo la primera pista de un caso muy importante. En su camino se cruzará con Nina Romina (René Russo), la directora de una señal televisiva que no está en su mejor momento y que necesita de un fuerte impacto en los televidentes para poder sobrevivir. Le comprará el material sin dudarlo y le pide que siga adelante, que salga a buscar los hechos y que se los traiga solamente a ella.


Cuando Louis ve su trabajo en el Canal 6, comienza a adentrarse definitivamente en el mundo de las guardias nocturnas de Los Ángeles. Para alcanzar mayor eficacia, contrata a Rick (Riz Ahmed), un joven que necesita urgentemente algo de plata y que es seducido por el carisma y el discurso del sueño americano que Bloom le recita. Será quien maneje el auto, por lo que 3/4 de la responsabilidad a la hora de ser los primeros en las escenas caerá sobre sus hombros. No pasa poco tiempo para que Louis comience a romper todos los límites éticos y legales con tan de obtener filmaciones que por su contenido emocional y gráfico logren atrapar la atención de las grandes audiencias. Lo que al comienzo era un simple trabajo para salir del pozo, se convierte en una obsesión y vemos como Louis cae en una espiral de la cual no parece haber retorno posible.


El aspecto central de Nightcrawler son las dos caras de su protagonista. Por un lado tenemos a una persona ambiciosa y con una viveza absoluta, con un discurso noble y con un espíritu de trabajo envidiable. Pero por el otro estamos frente a un psicópata modelo, alguien que detrás de su máscara que combina amabilidad y sumisión esconde una oscuridad que siempre amenaza con consumirlo. No es erróneo decir que Louis Bloom tiene mucho en común con el exquisitamente enfermo y asesino Patrick Bateman de American Psycho (2000), aunque su gran diferencia reside en lo que exhiben a nivel superficie.


El trabajo de Jake Gyllenhaal es magnífico y merece ser aplaudido de pie cuando el filme termina. Compone a una persona obsesiva, meticulosa y llena de intensidad. Un solitario absoluto y un psicópata lleno de ambiciones y de coraje, pues más allá de que su actividad sea deleznable no por ello es simple. Louis Bloom aprende velozmente todo lo que hay que saber acerca del negocio hasta convertirse en el rey del mismo, básicamente por el hecho de mostrarse completamente impermeable a toda la sangre y la muerte que pasan por delante de su lente a cada noche. Gyllenhaal bajó de peso hasta el punto justo y con ello terminó de quitarle todo rasgo de humanidad a Bloom, convirtiéndolo en poco más que una sombra que vaga por las noches tratando de encontrar el combustible que lo hace levantarse al día siguiente. Su enfoque maquiavélico a la hora de preparar las escenas del crimen y hasta de hacer que todo encaje en su lugar para poder obtener la toma perfecta - en un acto de comprensión total acerca de como funciona la lógica del showbusiness hoy día- hace que la piel del espectador se erice. A medida que la presión aumenta y la competencia se pone muy dura, el descenso al infierno de Louis Bloom es muy veloz. Su perturbadora transformación es lo que nos ata a la pantalla y lo que sitúa a Nightcrawler en la línea alta para acceder a una nominación como Mejor Película en los próximos Premios Oscar.


El guión es muy inteligente y al mismo tiempo simple y lineal; sin vueltas de tuerca imprevisibles ni demasiadas sorpresas, yendo a por todo desde el primer minuto. Además de la crítica a los medios y a su sed por tener la pantalla pintada de rojo sangre - donde no hay moral sino búsqueda desesperada por subir el rating- es muy intenso el retrato de Los Ángeles. El contraste entre la noche y el día es algo que no puede ser dejado de lado, pues no se trata de una cuestión de diferencias entre ciudad y suburbio sino de algo más profundo. La estética es excelente más que nada porque Los Ángeles transpira muerte y decadencia por sí sola sin que se deban realizar demasiados arreglos. La dupla protagónica funciona muy bien: Gyllenhaal y Russo llevan el pulso del filme y muestran una gran química en las escenas que comparten. Nightcrawler es una montaña rusa desde los títulos y logra elevar todo hasta el máximo posible al punto de atarnos al borde de nuestras butacas. Igualmente, y para la tranquilidad de los más sensibles, no es un shock de adrenalina puro sino que Gilroy sabe muy bien como no abrumar con el ritmo y lo dosifica con una notable inserción del género policial en el medio.


El aspecto técnico es impecable e implacable, siendo la escena de la persecución en auto que da pie al inicio del tramo final del filme un ejemplo de como se debe filmar este tipo de acciones: precisión, intensidad y crudeza sorprendentes. La banda sonora es ideal pues combina elementos del terror con los del thriller para no perder nunca al espectador aún cuando en pantalla no está sucediendo nada demasiado interesante. El cierre de Nightcrawler es la triste confirmación de que los límites ya no existen, si es que alguna vez lo hicieron. De que la locura y el salvajismo hace tiempo que no son más que características principales de nuestra sociedad y de la humanidad en sí misma.



Puntaje: 10/10


lunes, 12 de enero de 2015

The Grand Budapest Hotel

Wes Anderson es de esos directores a los que uno ama u odia. No suele haber términos medios a la hora de criticar su vasta filmografía, pero nadie puede dudar de dos aspectos esenciales: es uno de los pocos representantes del cine de autor que aún resisten a la industria y a los avances tecnológicos - es decir, que saben como usarlos sin por ello perder su originalidad y sus marcas- y es un brillante constructor de universos. Cada uno de ellos es siempre muy colorido y muy similar a una maqueta llena de detalles, algo que no los hace baratos sino todo lo contrario. Hay una sensación de trabajo fino artesanal que transmite cada una de sus escenografías que es notable y hermosa. Una originalidad y creatividad que han sido elogiadas y apreciadas hasta por los críticos más reacios. The Grand Budapest Hotel es a mi parecer uno de los mejores filmes de la pasada temporada y sin dudas debe estar dentro del grupo de las nominadas para Mejor Película en la mayoría de las grandes premiaciones que ya dieron comienzo ayer con los Golden Globes. 

La historia nos sitúa en Europa del Este, en la imaginaria y antigua República de Zubrowka, alguna vez cuna de un gran imperio. Al ser un típico pueblito del Este, da pie para la atemporalidad narrativa que el director busca desde la primera escena. Un escritor, que es el narrador de la historia, con un veloz flashback nos lleva a un pasado que ya parece demasiado lejano: la época en la que un lugar llamado The Grand Budapest Hotel estaba al borde de una inminente demolición. Nos encontramos con nuestro narrador de mucho más joven, hablando con el recepcionista de turno acerca de la decadencia del otrora legendario hotel. Casualmente en el hall de entrada se encuentra su viejo, excéntrico y millonario dueño, Mr. Moustafa (F. Murray Abraham) que lo invita a cenar para contarle toda la historia sin tergiversaciones ni mentiras. Con el segundo flashback consecutivo, ergo el mismo número de marcos dentro de la trama central, nos introducimos en la la nave central del filme.


M. Gustave (Ralph Fiennes) era en 1932 el primer conserje del establecimiento. Un hombre con valores y dispuesto a ir a fondo - literalmente hablando- para conseguir la lealtad de sus clientes, en su mayoría todas personas llenas de dinero. A ellos les presentaba una superficie muy amable y cálida que escondía una personalidad rapaz y trabajadora, dispuesta a sacarle el máximo beneficio al negocio. Básicamente M. Gustave es un hipócrita, pero eso no genera ningún tipo de repulsión ya que detrás de sus cuestionables medios hay un fin muy noble. Ingresa en escena Zero (Tony Revolori), el nuevo botones del hotel que se convertirá al poco tiempo en el aprendiz y confidente de M. Gustave. La relación entre los dos será tirante pero sólida y su experimentado jefe buscará enseñarle todo lo que sabe acerca del lugar y del negocio. Al dueño del Grand Budapest Hotel no lo conocemos, solo sabemos que es una presencia sombría que se presenta a cada mes para chequear los balances y luego se retira tan veloz y silenciosamente que como llegó.  


El detonante del conflicto será la muerte de una de las amantes de M. Gustave, que seguida del posible inicio de una gran guerra desembocará en una serie de reflexiones acerca de la vida misma. Heredará una fortuna incalculable y una obra de arte de gran valor al mismo tiempo que la frontera se cierra definitivamente y se da inicio a la lucha bélica. En el camino al lecho de muerte de esta señora, Zero y Gustave comenzará una serie de aventuras a través de un continente teñido de rojo sangre. Día a día las cosas cambian y nada parece indicar que las cosas van a mejorar en el corto plazo, por lo que la lucha por esta fortuna y este cuadro se hará cada vez más ardua para los dos protagonistas.


Los insertos atemporales y comentarios inundan el filme pero nunca logran cansarnos o aburrirnos. Son muy bien utilizados por Wes Anderson y les dan mucho dinamismo a The Grand Budapest Hotel. Los cortes repentinos entre las muchas, variadas y coloridas escenografías son sensacionales y muy atractivos para la vista. De a ratos el filme muta en un policial dedicado a explicar la conspiración de la que en teoría M. Gustave es víctima. 


Los contínuos enfoques violentos hacia adelante - un viejo recurso que bien utilizado nunca deja de ser eficaz- acentúan los lugares clave de cada escena y por poco que la cuentan sin la necesidad de que haya diálogo. La sincronización musical es perfecta y es lo que permite que esta apuesta técnica funcione sin fallas. La política está presente, no podía ser de otra manera, pero de manera sutil; con elementos importantes dentro de cada escena, algo que solía hacer un tal Stanley Kubrik cuando nos quería marcar una cuestión que subyacía por debajo de la historia. El Nazismo y el Comunismo son presentados como las dos caras de la misma moneda maldita y si lo pensamos estrictamente en el sentido histórico real, esta afirmación del director es cierta. 


Los personajes secundarios son en su mayoría tomados por grandes actores como Harvey Keitel, Adrien Brody, Willem Dafoe, Owen Wilson, Jude Law, Bob Balaban, Tom Wilkinson, Tilda SwintonLéa Seydoux, Bill Murray, Edward Norton y Jeff Goldblum. Todos ellos descollan en sus roles sin importar si apenas aparecen en dos escenas y su participación es más relevante que la de un simple cameo para poder cobrar un poco de dinero casi sin esfuerzo. El ingreso de Agatha (Saoirse Ronan) en la trama hace que se de una mágica combinación entre varios géneros, una multiplicidad de películas posibles dentro de una: comenzando desde el romance, pasando por el dramático, y siguiendo con la sátira, la comedia costumbrista y el más entretenido e inocente espíritu de aventura. 


La relación entre M. Gustave y Zero es lo que importa y el desarrollo de ambos personajes es óptimo así como la química entre los dos intérpretes. El resto del elenco logra dejar su marca, no quedan al margen de la historia, pero al fin y al cabo son meras herramientas manejadas con mucha viveza criolla - je- por Anderson para darle un poco de intriga y misterio a The Grand Budapest Hotel.


The Grand Budapest Hotel es una excelente película y la única manera de comprobarlo es sentarse y mirarla sin prejuicios ni influencia de lecturas previas acerca de ella. Las escenas están filmadas con una excelencia digna de los mejores, como suele suceder siempre con Wes Anderson. El guión es más bien simple y se le agregan algunos rulos dramáticos para que no se torne monótona y arrastre consigo al andamiaje que carga sobre sus hombros. La atención del espectador debe estar dedicada a cada personaje, a sus diálogos y a cada micro escena que se abre frente a sus ojos. Las actuaciones son maravillosas en Fiennes y Revolori y los demás grandes actores que completan el cast cumplen al pie de la letra su función en un esquema que los ha concebido solamente como tuercas que ayudan a que la rueda gire sin traba alguna. La nominación al Oscar debería llegar para The Grand Budapest Hotel, sería inconcebible que semejante filme no estuviese como mínimo dentro de las que van a disputar la estatuilla más codiciada. Mi conclusión es que Wes Anderson nos ha regalado otro lujo que, si se mira con mucha atención, es demasiado disfrutable como para ser ignorado.



Puntaje: 8.5/10

sábado, 3 de enero de 2015

The Maze Runner

Las novelas distópicas son bastante comunes en estos tiempos, pero muy pocas son realmente buenas. Ya he elogiado a "Divergent" de Veronica Roth y a "The Hunger Games" de Suzzane Collins, pero en esta breve lista sin dudas faltaba "The Maze Runner" escrita por James Dashner. Lo que en principio a casi todos les pareció una "nueva y lineal adaptación de una saga para adolescentes", terminó siendo una de las películas más entretenidas y sólidas del año que acaba de pasar. Los tres libros son muy entretenidos y dinámicos y se los recomiendo si no tienen ningún tipo de complejos ni prejuicios para con este género que mezcla romance, política, tensiones sociales y drama adolescente en iguales cantidades. Pero ahora hablemos de The Maze Runner, filme dirigido por Wes Ball y el primero de una trilogía que - esperemos- no vea su parte final dividida en dos segmentos. 

El filme comienza con un muchacho (Dylan O'Brien) que está dentro de un ascensor viejo y oxidado. Sube a máxima velocidad por un tunel muy oscuro en el que apenas entra algo de luz y llega a destino para encontrarse con una comunidad de niños y adolescentes. La recepción es más bien cálida pero no por ello exenta de miradas sospechosas. Sin poder recordar su nombre intenta escapar, solo para darse cuenta que el extenso terreno al que ha llegado está rodeado por cuatro gigantes paredes de concreto. Es lo más parecido a una cárcel al aire libre, pues no se puede ni trepar ni derribar esas moles de cemento. Gally (Will Poulter) es el líder del grupo y lo intenta acoplar velozmente a las tareas cotidianas y le explica las tres reglas inquebrantables: trabajar en el puesto asignado, no herir a ningún compañero y nunca ingresar a la misteriosa abertura que se encuentra en el medio de la estructura. Este lugar despierta curiosidad en el recién llegado, que esa misma noche en una pelea-ritual de bienvenida recuerda que su nombre es Thomas. Pronto se hará amigo de un gordito simpático llamado Chuck (Blake Cooper) que le explica que lo que los rodea es un enorme e interminable laberinto y que su forma varía a cada noche. Conocerá también a Alby (Aml Ameen) y a Minho (Ki Hong Lee), dos "Corredores", que son los encargados y únicos autorizados para recorrer el laberinto. En toda esta confusión, no faltará el ingreso de la protagonista femenina, una muchacha llamada Teresa (Kaya Scodelario) que tampoco recuerda muy bien de donde viene ni como llegó allí, pero que por alguna razón conoce a Thomas. Extrañas circunstancias harán que nuestro hero to be termine por cruzar los límites pautados y se empiece a preguntar si realmente hay una salida. Pero para poder escapar, deberá luchar contra la negación de Gally que solo desea mantener el equilibrio y contra una misteriosa criatura que los acecha desde la oscuridad. 


En The Maze Runner hay un revoloteo constante de "The Lord Of The Flies". La idea de la comunidad de niños y la manera en que están organizados entrega demasiadas similitudes. Ni que hablar de algunos personajes, como Chuck, que están calcados de la obra maestra de William Golding - a quien tal vez le debamos todas estas sagas distópicas con teenagers y pre púberes como protagonistas-. No tenemos nunca una ubicación espacio-temporal concreta y por primera vez - y aquí se diferencia de sus pares- no existe la explicación previa de por qué esos chicos terminaron allí ni de por qué el mundo y la humanidad están hechos pelota. 


The Maze Runner dibuja muy claramente la línea que divide al conformismo de la revolución. Y muestra, bastante por encima pero de forma precisa en el desarrollo de Gally, que si bien es válido tener miedo tampoco debemos dejar que nos lleve a colaborar con el poder que nos oprime y reprime a diario. Los mecanismos de coerción y coacción llevados a cabo por la corporación Wicked son de manual y sirven para sumar tensión a un relato que se muestra ágil más allá de estar situado en tan solo tres escenarios. La fidelidad al libro es absoluta y la verdad es que los guionistas no se guardaron nada, un pecado habitual de las primeras partes. Tras una breve y sólida introducción, The Maze Runner va directo al foco central del conflicto y se convierte en una montaña rusa llena de drama e intensidad. 


El giro que el filme da cuando empieza a merodear el cierre, es muy potente. Le suma mucho interés y consigue generar intriga en el espectador justo en el momento en el que decide dejar que la acción entre en boxes hasta que la secuela se estrene. Los efectos especiales son impecables y hay que destacar aquí la creación del laberinto que es simplemente una delicia. La desolación y la destrucción de un futuro que no sabemos si es demasiado lejano invade todos los rincones de la pantalla sin la necesidad de escenas que parezcan en exceso artificiales - y por ende, truchas-.


La actuaciones son muy buenas en un casting realmente joven y con mucho talento. El cierre logra atara varios cabos, aunque siempre dejando a nuestro criterio - je- el más importante, y explica que es lo que los llevó a estar en ese laberinto traicionero y asesino. Gasta ese recurso al final y atentos porque cuando uno menos lo cree, una nueva vuelta de tuerca se encarga de desatar los nudos que hasta hace unos minutos todos veíamos firmes. The Maze Runner es un periplo interesante, que resuelve lo necesario y consume mucha energía en tratar de atraer nuestra atención, algo que siempre se agradece. Está muy bien actuada y es de las mejores novelas-filmes distópicos que se pueden encontrar en este momento donde hay una molesta abundancia de este tipo de productos. Son muy pocos los que se dan el lujo de zafar del corte y, para nuestra satisfacción, The Maze Runner lo logra con creces y mucho más.



Puntaje: 9/10