miércoles, 25 de marzo de 2015

What We Do In The Shadows


Tanto el cine noecelandés como el australiano, se encuentran en un período muy dulce. En pleno ascenso y siempre sorprendiendo, cosechando premios y elogios al por mayor a cada nueva temporada. La innovación es una de las características principales del cine proveniente de Oceanía y este filme titulado What We Do In The Shadows no es la excepción a la regla. Dirigido por Jemaine Clement y Taika Waititi, que también se ponen en la piel de dos de los protagonistas, obtuvieron nominaciones y victorias en premios locales y también internacionales. Entre las más destacados se encuentran el popular y revulsivo "Midnight Madness" dentro del Festival de Toronto, el "Feature Filme" en Varsovia y estar en la terna para el Oso de Cristal en el Festival de Berlín. No es poco para una película con tan poco presupuesto, una nula cantidad de publicidad (el cartel es desconocido) y con muy pocas pantallas en los Estados Unidos el día de su estreno - ni que hablar de su recaudación, apenas encima del millón de dólares-. Veamos de que viene la cosa en What We Do In The Shadows para entender porqué es una de las mejores comedias de los últimos tiempos.

What We Do In The Shadows es un mockumentary, osea que simula ser un documental pero en realidad es una sátira del género. Sin demasiadas introducciones, nos encontramos con una grabación exclusiva que un grupo de documentalistas humanos realiza acerca de unos milenarios amigos que residen en Nueva Zelanda. Se trata de Viago (Taika Wititi), Vladislav (Jemaine Clement) y Deacon (Jonathan Brugh), tres vampiros que hace ya demasiados años como para contarlos con los dedos viven juntos en una vieja casona neocelandesa. La intención de los realizadores es documentar la preparación de este trío para la gran fiesta que los no-vivos celebran año a año en el país. Todos reciben un crucifijo y la protección garantizada de estos simpáticos y atormentados vampiros.


Lo que vemos a continuación es la cotidianidad absoluta, desde el despertar de Viago a las 6PM - sí, con el ataúd y la levitación incluidas- y su recorrida para sacar de la cama a sus otros compañeros. Rápidamente entra en escena un cuarto integrante de esta peculiar familia llamado Petyr (Ben Fransham), el más antiguo de la casa que vive en el sótano y es el más arisco del grupo. Todos los clichés del universo cinematográfico vampírico se reúnen bajo un mismo techo: el rockero melancólico y agresivo, el que es idéntico a Nosferatu, el rebelde sin causa y el simpaticón que siempre busca solucionar todo con una sonrisa. Las primeras imágenes los muestran debatiendo acerca de la división de tareas cotidianas como cualquier hijo de vecino y luego se abocan a contar sus historias de vida. Cada uno se sienta frente a la cámara y en el formato documental clásico - grabaciónes viejas con las entrevistas intercaladas- explica como llegó a ser una de estas criaturas de la noche. El pasado sale a la luz y nos encontramos con esclavistas, soldados nazis y demás. Una sucesión de fotos de ellos tres desde el día en que se conocieron hasta la actualidad, como un álbum familiar, nos introduce de lleno en la segunda parte del filme.


La idea de What We Do In The Shadows es francamente sensacional y original en una era donde el género se hunde la repetición y en el fenómeno de los vampiros que enamoran adolescentes y comen pocos humanos. Es hilarante ver como los protagonistas se ríen porque no tiene manera de saber como se ven antes de salir a conquistar chicas al centro de la ciudad. Sus intentos de ingresar a los bares con la invitación necesaria, las burlas que reciben por sus anticuados y particulares atuendos, los otros grupos de vampiros con los que se cruzan, las peleas con unos hombres lobo, su manera de lidiar con los Van Helsing del siglo XXI...Todo esto dentro de un marco de "normalidad" muy bien armado por los directores y actores, que desde sus personajes deciden burlarse del género con autoconciencia plena. Es refrescante ver a vampiros reírse de los propios clichés del cine que los ha retratado desde hace casi 100 años.


What We Do In The Shadows es un filme sangriento e incorrecto que supera todos los límites. Y lo hace de la mano de un humor negro que se estrella contra el espectador generándole una satisfacción absoluta. Lo más hilarante es ver como entre la organización de emboscadas a seres humanos (con la infaltable ayuda de una entusiasta aliada humana a la que le prometieron la vida eterna pero hasta el momento no se la dan bajo excusas ridículas), estos tres amigos inseparables pelean contra sus propios fantasmas y enfrentan una rutina que al fin y al cabo los enloquece. Debajo de esta superficie llena de humor, reside un deseo reprimido por siglos: las ganas de volver a ser humanos, de despojarse de la maldición que los hace distintos. El problema de identidad está muy bien abordado por los directores y guionistas (sí, también son ellos dos), pues la condición de vampiro no es más que una condena a vivir para siempre en las sombras y negándose a uno mismo.


What We Do In The Shadows es - además de una comedia que hace reír a carcajadas- una poderosa reflexión a través del humor más oscuro y loco posible acerca de la vida misma y del precio que estos queribles personajes deben pagar para ver como generación tras generación ellos siguen idénticos al momento en el que fueron transformados. Si bien es un mockumentary y una sátira, se mueve dentro de las paredes del género de vampiros sin demoler sus estructuras más básicas.


Las actuaciones son muy buenas, el vestuario exuda moho y tanto la luz como los planos están usados con mucha precisión. La dirección y el guión le dan impulso a una película que bien podría ser otra más dentro del sub-género de cámara en mano, pero que se muestra como una novedad dentro de la comedia. What We Do In The Shadows se define por sobre todas las cosas como una excelente sátira de las películas clásicas de vampiros - con menciones sutiles a las más nuevas y no tan buenas como aquellas- que entrecruza varios géneros que según la lógica no tienen demasiados puntos de contacto. El resultado es una mezcla que termina por ser eficaz, ya que logra entretener y hacer reflexionar al mismo tiempo. Si logran conseguir este filme, sepan que no se lo pueden perder.




Puntaje: 8.5/10


viernes, 20 de marzo de 2015

The Loft


En el año 2008 el cine belga nos proveyó de una gran experiencia de la mano de Loft, un thriller dirigido por Erik Van Looy que contaba la historia de cinco amigos (todos neo ricos, el equivalente a los yuppies modernos) que deciden comprar un lujoso piso en el medio de la ciudad y compartirlo para llevar a sus amantes sin ser detectados por sus esposas y novias. Todo anda de maravillas hasta que una mañana, uno de ellos ingresa y se encuentra con el cuerpo de una joven mujer en la cama. Esposada a un barrote del respaldo y bañada en sangre, desata un caos en el que todos comienzan a sospechar del otro. Una amistad de años, en apariencia sin demasiadas grietas, se pone en riesgo ante la posibilidad de ir a la cárcel en una previsible condena por asesinato. Van Looy decidió 5 años después de aquel éxito, seguir el camino de Michael Haneke y realizar una remake para el mercado norteamericano. Cuadro por cuadro, sin alterar prácticamente nada, como aquella doble función de la brillante y perturbadora Funny Games (la original alemana en 1997 y su reversión americana en 2007). El resultado es parejo y logra dar con un resultado que la coloca a la altura de su espejo, más allá de que algunas cuestiones referidas a las interpretaciones - que son buenas y punto- le quitan un poco de calidad a The Loft en comparación con la original


Los elegidos para ponerse en la piel de estos cinco amigos de toda la vida son James Marsden, Karl Urban, Wentworth Miller, Eric Stonestreet y Mathias Schoenaerts. No es un elenco destinado al mayor de los brillos, pero todos han probado su eficacia en series y películas de todo tipo y especie en los últimos 20 años. El planteo es el mismo que se relató en el párrafo anterior: el loft para no ser descubiertos por sus parejas, las relaciones quebradas e hipócritas que generan esta situación, una joven mujer muerta sobre la cama y una inscripción en latín con su sangre. Luego de superar la desesperación inicial, comienza una cacería brutal en la que cada uno intentará salvarse sin importar si los demás se hunden. De repente todos los trapitos salen al sol y el espectador se da cuenta de que las cosas no andan tan bien dentro de un grupo que aparenta unidad y complicidad - en el buen sentido, claro-. Una serie de flashbacks y flashforwards es lo que logra darle dinámica a la trama, llevándonos constantemente por las tres dimensiones temporales para que de a poco vayamos atando los cabos sueltos.


Mientras todos se someten al interrogatorio de la Policía, se debaten entre encontrar un culpable entre ellos mismos o mantener el pacto de silencio. Oscuros secretos se esconden tras las paredes de ese silencioso y amplio departamento y esto crea una tensión que siempre está a punto de estallar. El guión logra confundir al espectador al máximo pues lo lleva hacia todas las hipótesis posibles y cuando nos convence de que hemos encontrado al responsable, la hace volar por los aires sin complejos. The Loft es interesante y logra atrapar porque a la luz del público todos los protagonistas podrían ser los culpables. En esto es exactamente igual a su molde, no hay demasiados cambios más allá de la locación geográfica.


En sintonía con un filme como Gone Girl (2014), tenemos ante nosotros un duro retrato de la hipocresía que puede llegar a ser el matrimonio. De todo lo que se oculta tras la foto resplandeciente del día de la boda. Bart De Pauw repite como guionista y da en la tecla a la hora de reinventar - manteniendo la base intacta- un policial atrapante que mezcla elementos del thriller y del drama clásico. De a poco, todos los elementos del rompecabezas van encontrando su lugar en la historia para dar lugar a algo bastante más grande que el mero asesinato. No hay detalle que deba ser dejado al azar o ignorado, aunque muy gentilmente el director ejecuta un veloz repaso antes del cierre para que los menos precavidos no se vayan sin entender lo que sucedió.


El manejo de planos de Van Looy es sensacional y la edición de sonido es muy buena. En conjunto, imagen y sonido logran generar un ambiente lleno de dudas que termina por entregarnos un desenlace más relacionado con el desamor más chato y la venganza más pura. Los giros en la trama no cesan hasta los minutos finales y nos atan a la pantalla de una manera irremediable. Las actuaciones de los cinco nombres principales es muy buena y sus compañeras (Rhona Mitra y Valerie Cruz principalmente) no desentonan en absoluto. Sin hacer algo despampanante, todos se reparten el protagonismo en idénticas cuotas y con la solidez suficiente como para no quitarle ritmo al filme. The Loft es tragedia y misterio al por mayor, una remake que aprueba el examen en una época donde estos experimentos suelen estrellarse contra el suelo. Erik Van Looy tomó el camino de la audacia al imitar el bestial doble trabajo de Michael Haneke y salió ganador: más de estos tipos son necesarios en la industria del cine.




Puntaje: 7/10


jueves, 19 de marzo de 2015

Kill The Messenger

Kill The Messenger es otro de esos filmes que nunca llegan a ser estrenados en la Argentina y que en el resto del mundo pasan desapercibidos. No se trata de una cuestión de calidad sino más bien de la poca publicidad que reciben, más allá de a veces, como en este caso particular, contar con una gran figura como cabeza de cartel. Por lo general, la industria de Hollywood es más propensa a llenar de dinero y promoción a filmes bastante más huecos - aunque sin dudas más fantocheros y vendibles- que el que nos compete y que no tocan de lleno temas tan sensibles para la idiosincrasia norteamericana. El director Michael Cuesta decidió adaptar el libro del periodista Gary Webb, Dark Alliance, en el que describe con mucha claridad y toneladas de evidencia como el gobierno de los Estados Unidos - más precisamente el del hijo de puta de Ronald Reagan- introdujo el crack en Los Ángeles directamente desde Panamá para financiar a los Contras en Nicaragua (todo dentro de la operación ilícita Irán-Contras). Con el respaldo de tener a Jeremy Renner como protagonista principal el filme es realmente emotivo, esclarecedor e indignante. Lógicamente ignorado, aquí lo rescatamos y recomendamos con muchas ganas. Quienes vayan a leer lo que sigue, estén notificados de que este análisis-crítica está plagado - y a total conciencia- de spoilers. No es un tema de arruinar la película sino de que la historia de Gary Webb es conocida por lo que no revelar datos sería lo mismo que intentar darle misterio a la trama de Romeo y Julieta.


Kill The Messenger es una crítica bien cruda y sin filtro al rol de la CIA y de la administración de Ronald Reagan en la financiación de los Contras nicaragüenses mediante la venta ilegal de armas a Irán y la importación y distribución de drogas a California que comenzó con la infame "epidemia del crack". No hace falta tener mucha memoria que tanto el Presidente como sus aliados, socios y la mayoría de la población conservadora responsabilizaron a los jóvenes negros y latinos por este tema. Muy pocos filmes se dedicaron de lleno a indagar en una cuestión tan polémica como tapada por la autoridades; una de las manchas más espantosas de la tan mentada "democracia" estadounidense. El principal enfoque está puesto en el caso de Los Ángeles, en la serie de artículos que el valiente periodista de investigación Gary Webb publicó en el pequeño e ignoto San José Mercury News y que le valió su vida personal y profesional. Al denunciar en 1996 el inicio de la operación de venta de droga que tuvo lugar en los 80' - y que terminó por inundar las calles de muerte y represión, en una limpieza étnica monstruosa- Webb se ganó el odio del sistema que lo persiguió hasta silenciarlo por completo. 


El filme nos lleva directo a la vida de Gary Webb (Jeremy Renner) un periodista talentoso pero que no ha logrado obtener demasiado éxito ni visibilidad razonable para trabajar en un medio más grande. Casi por casualidad se topa con un dato que lo lleva a una informante, que a su vez lo pone en la ruta de un caso que promete ser una bomba nuclear para la política nacional. Webb comienza a unir los puntos y se da cuenta que tiene en sus manos algo que lo supera, pero no por ello renuncia sino que decide seguir adelante sin detenerse por un segundo en las posibles consecuencias. La persecución comienza siendo suave, pero a medida que pasan las semanas se intensifica hasta llegar a niveles espeluznantes. Webb descubre una red gigante de narcotráfico que fue impulsada por el gobierno republicano, en una trama digan de la mejor de las novelas de espionaje y contrabando. Cada paso que da lo pone en un peligro mayor y lo posiciona bien dentro de las entrañas de un sistema político y social que se encuentra podrido. 


La basura que encuentra allí posee magnitudes inabarcables pero verá como sus chances de develar la verdad al pueblo se hacen cada día más escasas. Todos sus amigos, colegas y editores comienzan a darle la espalda, a pesar de que inicialmente (y sin sentir el rigor de la bota del poder en el cuello) lo apoyan y le publican completa su serie de artículos. El dilema en el que se encuentra Webb no es para nada sencillo: es el de definir si vale la pena arriesgar su vida y la de su familia para lograr que este aberrante y nocivo delito sea de público conocimiento y que sus responsables vayan al banquillo. Un reto al que todo periodista honesto y trabajador se enfrenta en el momento en que el decide ir hacia una colisión frontal contra el poder. 


Las miserias que Kill The Messenger - brillante título, by the way- expone no son solamente políticas. También apunta sus cañones hacia el universo de los medios de comunicación que se dividen entre los que tienen mucha envidia por no haber publicado la historia primero y los que directamente trabajan a sueldo de la CIA tapando toda su mugre sin que se les mueva un pelo. Con el Washington Post a la cabeza, bien lejos de los años de Watergate, todos van contra Webb y tratan de ensuciarlo utilizando cuestiones bien oscuras de su vida privada. Lo posicionan ante los lectores y televidentes como un loco, un delirante que no tiene fuentes y que solo busca fama por lo mal que le fue en su matrimonio. Es tremendo ver como recurren a todas las bajezas que puedan existir para llevarlo al extremo, a la desesperación total que lo haga sentirse solo y despedazado, y que en una de esas tome una decisión terminante. 


La actuación de Jeremy Renner es intensidad pura, en otra deslumbrante labor de un actor que nos tiene acostumbrados al brillo. Sus expresiones son sinceras y pasa por todos los estados de ánimo con máscaras sinceramente dignas de los mejores actores de la historia. Un tour de force que no se detiene por un solo segundo y una lección de como funciona realmente la política en sus niveles más elevados (que paradójicamente, se encuentra situado en las catacumbas más que en los rascacielos). Kill The Messenger es un thriller político muy bien dirigido por Michael Cuesta y que trae una advertencia: la democracia no es más que una fachada que esconde innumerables luchas por el poder que están muy lejos de las necesidades de los pueblos. También es el necesario retrato y homenaje a una persona que luchó con valentía por simplemente hacer su trabajo y difundir una noticia que terminó siendo confirmada a regañadientes pero sin muchas especificaciones.


El cierre es maravilloso, con un discurso brillante de un enojado y emocionado Webb ante todos sus colegas que lo traicionaron pero que a fin de año decidieron premiarlo como el Mejor Periodista para conformarlo y que vuelva a sus irrelevantes artículos previos a todo este escándalo. Sus palabras son un canto a lo que debe ser siempre el periodismo sin importar las presiones que puedan existir. Libertad en estado puro, en un mundo que no suele ser demasiado amigo de las personas que dicen las cosas como son sin preocuparse por complacer a nadie. Costa nos reserva para el final un dato que nos termina por indignar aún más: cuando se admitió que todo lo denunciado por Webb era cierto, a los pocos días todos los canales y diarios lo taparon con el sospechosamente útil escándalo de Monica Lewinsky y Bill Clinton. 


Kill The Messenger es política en estado puro y un retrato de como el periodismo siempre debe colisionar con esta y no agacharse inmundamente. Un recuerdo para un trabajador incansable que tras su temporada de lucha contra el poder, nunca más pudo obtener trabajo en el ambiente. Su misteriosa muerte - dos tiros en la nuca, rápidamente catalogada como suicidio algo que me hace acordar a un caso que los argentinos tenemos bien cerca- no hace más que oscurecer por completo el cuadro y hacer que las lágrimas corran por las mejillas del espectador. Una actuación inolvidable de Jeremy Renner (con destacados roles secundarios de Michael Kenneth Williams, Andy García, Michael SheenOliver Platt y Mary Elizabeth Winstead), una muy buena dirección de Michael Costa y un guión muy bien adaptado que honra a su protagonista. Una combinación ideal que no pueden dejar de ver, más allá del lógico enojo y angustia que les puede llegar a causar. 




Puntaje: 8.5/10 



   

lunes, 16 de marzo de 2015

Jupiter Ascending

Los hermanos Wachowsky son dos directores de cine tan gigantes como el universo mismo. Poseen un talento, un conocimiento técnico y una audacia que los coloca varios pasos por delante de sus competidores dentro del género y en un muy respetable y prestigioso lugar dentro de la siempre dura y arcaica industria hollywoodense. Andy y Lana cosecharon hace no demasiado tiempo una gran cantidad de elogios por esa obra maestra titulada Matrix (1999). Además de lanzar al estrellato definitivamente a Keanu Reeves, crearon un mundo donde todo lo que vemos no es más que una pantalla que sirve para cooptarnos y lograr que aceptemos nuestra esclavitud con una sonrisa. No es necesario introducirnos demasiado en la trama del ya legendario filme - algo que todos conocemos de memoria- pero si es bueno recordar que esta apuesta de los Wachowsky cambió al cine para siempre. Las dos películas que completaron la trilogía, Matrix Reloaded (2003) y Matrix Revolutions (2003), no fueron tan bien acogidas y recibieron dardos al por mayor. Algunos acertados, por ejemplo la crítica a los ya excesivos efectos especiales y vueltas de tuerca que desvirtuaron el alma del producto, y otros bastante inexplicables, como aquel que decía que se habían quedado sin más ideas luego de la primera y que las secuelas eran solo un juego de marketing para ganar millones.


Claro que la injusticia no se iba a terminar allí: sus dos siguientes filmes fueron despedazados por una crítica que jamás logró entenderlos. Tanto Meteoro (2008) - una de las mejores adaptaciones, sino la mejor, del manga al cine que se han hecho en toda la historia- y Cloud Atlas (2012) - una adaptación muy noble e intensa de un libro original imposible de llevar a la pantalla grande- fueron dos productos que se ajustaron al mote de "revolucionarios" que no pocos, entre los que me cuento, le han adjudicado a esta poderoso power duo de directores. Era de esperar que su nuevo experimento Jupiter Ascending, un muy buen filme de acción y ciencia ficción que rinde homenaje - y a la vez le da el impulso definitivo- al género, fuese como mínimo recibido con escepticismo. Pero debo decir que a pesar de todo me sorprendió el nivel de ensañamiento con los Wachowsky, por lo que es hora de enfocar la mira en Jupiter Ascending y explicar porqué sus detractores están - como de costumbre- muy equivocados.


Lo primero que notamos en Jupiter Ascending es que el casting de Cloud Atlas se repite en su mayoría para cubrir personajes secundarios y/o de importancia con apariciones esporádicas. Para quienes estén familiarizados con el cine de los Wachowsky no habrá nada extraño: mucha ciencia ficción clásica y acción al por mayor, sin casi ni un segundo para poder tomarse un respiro. La trama es bastante fácil de entender y de seguir: Jupiter Jones (Mila Kunis) es una joven ruso-americana que vive de limpiar los baños de familias con dinero y lujo al por mayor. Pasa sus días encerrada en una cotidianidad que la deprime y la hace creer que nunca en la vida tendrá una oportunidad para ser verdaderamente feliz. Su padre, un astrónomo de renombre, vio como su madre moría en manos de una pandilla mientras transitaba los días finales de su embarazo. Nacida a la luz de las estrellas, a Jupiter le auguraron un futuro sensacional del que ella todavía no tiene ni noticias. Justo en el momento menos esperado, aparece en su vida Caine Wise (Channing Tatum), un licántropo genéticamente modificado para ser una máquina de guerra letal. Al mismo tiempo que este ex soldado hoy devenido en mercenario le explica a nuestra protagonista que está en un grave peligro, un grupo de cazadores de recompensa intenta dar con ella para asesinarla. A medida que pasan los días, Jupiter se dará cuenta que en sus genes se esconde un secreto que podría cambiar para siempre el equilibrio del universo. Su huida de la tierra en los brazos de Caine desata un conflicto de intereses entre tres macabros hermanos que hace cientos de años juegan con los planetas como si fuesen fichas en un casino. Una nueva cosecha está a punto de suceder y la persona capaz de salvar a la tierra del peor de los destinos es una muchacha cuyo mayor conflicto hasta hace unos días era una pelea por dinero en la mesa familiar.


Los Wachowsky vuelven a entregar un muy entretenido show de efectos especiales y de coreografías intensas que no termina hasta el cuadro final. La velocidad y la inteligencia con la que se desarrolla la historia son excelentes y lo único que se puede hacer desde la butaca es entregarse al disfrute sin prejuicios ni pretensiones de cine francés. Un detalle interesante que muchos críticos han dejado pasar es la inserción de la trama dentro del Realismo Mágico más puro: el paso de lo "real" a lo "irreal" se da en cuestión de minutos, con la protagonista principal aceptando sin chistar lo que tranquilamente podría considerar un delirio místico. Jupiter se lanza a lo desconocido sin jamás perder la conexión con la tierra, con su ciudad, y lo hace con la mayor de las convicciones.  


El guión es fácil de seguir y es por sobre todas las cosas una declaración política, algo que es muy común en los filmes de Andy y Lana. Rosca pura entre tres personajes que ven al universo como una especie de banco personal y que van por la gema más preciada de todas. También es una advertencia acerca de lo pequeños que somos como especie y a nivel planetario y no puede faltar el mensaje ecologista acerca de las terribles consecuencias que traerá la destrucción de nuestros recursos naturales. Se incluye como bonus track un ataque muy noble contra una generación que no para de consumir y que de a poco se empieza a cerrar sobre sí misma sin pensar en los grandes males que azotan a la humanidad - de los cuales, en parte, todos somos culpables-.


Las actuaciones son todas muy buenas y sobresale la de Mila Kunis, que vuelve a probar ser la "Reina de lo Cool" cuando de comedia se trata. Además muestra una faceta hasta aquí desconocida en ella: la de heroína de acción, bancándose todas las escenas sin ningún problema. Channing Tatum es el partenaire perfecto y suma otro triunfo a una carrera que se encuentra en pleno ascenso y sin techo visible. En la piel de un hombre lobo rebelde, lleva el mensaje de la lucha de clases al seno del filme con bastante más seriedad y encanto de lo que cualquiera podría imaginarse. La química entre Kunis y Tatum es demasiado buena para bien y la pareja que arman derrocha simpatía por todos lados.


La dirección de los hermanos Wachowsky es frenética y muy creativa superando, as usual, los límites de la pantalla. Agregan otro muy buen producto a su filmografía que, como todos los demás pos Matrix, ha sido despedazado por no ser muy complejo. Tal vez aquella revolución que iniciaron en 1999 se haya convertido en la peor de sus maldiciones, pero por suerte para los que tenemos buen gusto a este dúo de creadores de mundos y personajes no parece importarle demasiado lo que dicen los de afuera. Si la pueden ir a ver o conseguir en DVD, les recomiendo que no se pierdan Jupiter Ascending. Dos horas y siete minutos de entretenimiento - y del bueno- garantizadas.



Puntaje: 8.5/10