miércoles, 10 de septiembre de 2014

Snowpiercer

Bong Joon-ho es uno de los mejores directores de estos tiempos. Nacido en Corea del Sur, es uno de los principales exponentes del nuevo cine coreano que tanto interés y entusiasmo genera en cada estreno. Hay tres filmes de este virtuoso y adrenalínico director que voy a recomendarles: Crónica de un Asesino en Serie (2003), The Host (2006) - tal vez la mejor película sobre monstruos que se haya filmado- y Mother (2009). Alrededor de su nuevo producto titulado Snowpiercer hubo una pequeña polémica que termino con el estudio de los hermanos Weinstein cortando el original para su visualización en los Estados Unidos. En otras palabras, si bien la idea y la estructura del filme no se ven mutiladas es cierto que molestan los tijeretazos cuando no son necesarios - y más si viene de seres tan jodidos como los Weinstein-. Más allá de este incidente, es un lujo que podamos acceder a una cinta tan atrapante y tan magistralmente grabada. El trabajo técnico de Bong Joon-ho es sin lugar a dudas de alguien que hace tiempo pertenece a las Grandes Ligas y que sabe muy bien como jugar en ellas para siempre sorprendernos y jamás perder nuestra atención.

El planteo es el siguiente: en el año 2031, el calentamiento global ha llegado a un punto límite. La solución que los distintos gobiernos del mundo proponen es una sustancia denominada CW-7 que en teoría se insertará en las capas más altas de la atmósfera y desde allí logrará bajar artificialmente la temperatura del planeta. Todo sale mal y el caos es absoluto: el mundo tal y cual lo conocemos se termina para siempre. La tierra queda cubierta por la nieve y el hielo eternos y allí abajo con ella, la mayoría de la humanidad. Aquellos con la suerte de sobrevivir, viajan dentro de un poderoso tren llamado "Rattling Ark" donde se vive bajo un estricto sistema de castas/clases sociales (la que más les guste). Para hacer fácil: atrás y en la miseria viajan los pobres y adelante en medio de la riqueza están los ricos que al mismo tiempo ejercen todo su poder sobre los que menos tienen. La explotación de parte de quienes ostentan dinero y posición social alta es escandalosa, al punto de que la existencia de "los de la parte trasera" termina siendo un régimen liso y llano de esclavitud. Curtis (Chris Evans), Edgar (Jamie Bell) y Gilliam (John Hurt) planean llegar a la locomotora de la formación y tomar el poder. Subvertir el orden deshaciéndose de su clase y lograr la tan ansiada revolución que libere a los oprimidos. Allí los espera Mr. Wilford (Ed Harris) que es una especie de Dios omnipotente que tiene ojos en todos los vagones y guía al rebaño hacia su salvación en medio de tanto dolor y destrucción. El camino no será nada fácil y no estará exento de pérdidas, pero para los tres protagonistas ha llegado el momento de deshacerse de las pesadas cadenas y de ponerle fin a la tiranía.


Snowpiercer es básicamente un filme de acción con un gran tinte político. Intenso y violento, lleno de sangre y de pedazos de cuerpo que vuelan por todos lados en cada secuencia de combate. Pero además de la belleza y la precisión para filmar y editar estas escenas de parte de Bong Joon-ho (un prodigio en el manejo de cámaras), es importante poner en el centro todos los temas que el muy inteligente guión toca. Lo primero que surge es la idea de que aun en los tiempos más oscuros, donde ya no hay ni un atisbo de esperanza, la unidad y la solidaridad son dos cosas imposibles para el ser humano. Es como si no pudiese existir sin un esquema de explotación, donde los que más tienen pisoteen y vivan de quienes son el eslabón más débil de la cadena alimenticia. La violencia se presenta tanto es sus forma coercitiva como coactiva y es lo que mantiene este ordenamiento de los factores que no es ni más ni menos que el dominio de una clase sobre otra.


La analogía con dos filmes reciente como Elysium (2013) e In Time (2011) es lo primero que se nos viene a la cabeza. Está bien marcada la división entre el arriba y el abajo, por un lado ,y la loca, violenta y justa carrera de los lúmpenes hacia la parte más alta del esquema social, por el otro. Estas dos películas - como tantas otras, las tomé por su cercanía temporal- rompen con la idea que el poder dominante nos impone acerca de nuestro rol predeterminado en la sociedad. El famoso "Masterplan" no es otra cosa que una hoja de ruta definida por quienes detentan en un momento histórico el poder, en la que nosotros somos piezas que debemos mantenernos en nuestro lugar para que la rueda funcione. La escena del zapato en los primero minutos de Snowpiercer es un ejemplo bien acabado de esto que intento decir. Lo segundo que resalta es que de esta opresión asfixiante por lo general el único modo de escape es la rebeldía. Tras varias revueltas que terminaron en la muerte de sus gestores, Curtis y Edgar confían ciegamente en que está sí va ser la que tenga éxito. Como suelen pensar todos los revolucionarios que poblaron, pueblan y poblarán las páginas de nuestra historia (y lamentablemente habiendo fracasado casi todos aunque por distintas razones).


La parte gráfica es impecable y el uso del CGI es el necesario. La atmósfera que se vive dentro de los vagones traseros es la del fin de los tiempos, la de un mundo en el que hace mucho tiempo no sale el sol. La excelencia en este área es habitual dentro del cine coreano y en manos de uno de sus mejores "hijos" se hace disfrutable al extremo. Otras dos características que sobresalen son el fino humor negro, personificado sobre todo en la excentrica "Gobernadora" - un exquisita e irreconocible Tilda Swinton- y una forma general de represión que llega a ser hilarante por lo exageradamente fría y estadística que llega a ser. La eugenesia como el modo de "mantener el equilibrio" (ergo, el ser humano vive el caos y la explotación como normales) se puede ver bien clara en el show de métodos macabros que el poder usa para adoctrinar a los niños que viajan en el tren. La canción que todos cantan con una sonrisa dibujada en la cara tiene una reminiscencia al nazismo que asusta.


Snowpiercer es un retrato conciso y sólido de la humanidad. El fin de los tiempos, la lucha por el poder y la decadencia absoluta en la que vivimos se mezclan en un poderoso filme que está actuado - las expresiones de desesperanza y dolor que Evans, Hurt y Bell nos regalan son de lujo- y dirigido de manera brillante por un fenomenal director. Además de reflexionar acerca de la hegemonía y de como se la puede sostener, Snowpiercer nos dice mucho - tal vez demasiado- acerca de lo que somos como especie. Si tomamos el modelo del tren y lo comparamos con la forma en que nuestra sociedad global funciona, nos llevaremos más de una sorpresa. Bong Joon-ho vuelve a demostrar que los elogios no son en vano y que por suerte hay mucho más de él en el horizonte. El punto final de Snowpiercer es perfecto, el cierre de un círculo que es aun más espeluznante que el argumento en sí mismo. Una gema a la que está prohibido dejar pasar.



Puntaje: 10/10  

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