Cualquier cosa que involucre por separado a Mark Millar y a Dave Gibbons siempre será de una calidad y una intensidad difíciles de superar. Teniendo en cuenta esto, el hecho de que hace 3 años se hayan juntado para crear una novela gráfica es una de las mejores cosas que le pasó a la literatura en general y al universo de los cómics en particular. Esta satírica, violenta e inteligente reinvención del género de espionaje tuvo por fin este año su adaptación a la pantalla grande. Matthew Vaughn ya había escrito el guión y dirigido Kick-Ass (2010), otro filme basado en una historieta de Mark Millar que tuvo mucho éxito y resultó ser uno de los mejores pasajes del cómic al cine que se hayan visto después de Sin City (2005). Este director británico, productor de Lock, Stock & Two Smoking Barrels (1998) y Snatch (2000) - los dos primeros grandes pasos de su amigo Guy Ritchie - y responsable del resurgimiento de la saga X-Men, tendrá que colgar en su pared un nuevo trofeo. Lo que hizo en Kingsman: The Secret Service es superador de su trabajo en Kick-Ass y ha puesto (una vez más) muy alta la vara en lo que respecta a adaptaciones cinematográficas.
El film abre en algún lugar de Medio Oriente, con helicópteros británicos entrando a los tiros al ritmo de Dire Straits. Estamos en 1997 y una operación secreta está siendo llevada adelante por un grupo de soldados de élite. Cuando todo parece encaminado, el líder falla en la lectura de una situación y no se da cuenta que el prisionero que han tomado está a punto de detonarse. Uno de los soldados se abalanza sobre él y les salva la vida a todo cubriendo la explosión de corto alcance. Harry Hart (Colin Firth) queda completamente sentido por la pérdida y se dirige a la casa del difunto compañero para consolar a su mujer y a su pequeño hijo. Tras ofrecer apoyo económico y para cualquier otra cosa por el resto de sus vidas, Harry le deja al niño una medalla de honor y valentía que su difunto padre se ganó en combate.
17 años más tarde, el Agente Lancelot (Jack Davenport) es asesinado mientras intenta rescatar al Profesor James Arnold (Mark Hamill), secuestrado por un misterioso personaje en la Argentina - Bariloche, para ser más precisos-. En ese instante, dos hechos colisionan entre sí: primero, el proceso de selección de un nuevo agente para la organización secreta Kinsgman y, segundo, una amenaza eugenésica comienza a surgir de la mano del malvado, mesiánico y seriamente trastornado Valentine (Samuel L. Jackson) y un invento tecnológico bastante ingenioso como para que su plan pueda ser llevado adelante con el beneplácito inconsciente de toda la población mundial.
Una vez realizada esta introducción, la mirada se dirige hacia Gary "Eggsy" Unwin (Taron Egerton), quien todavía lleva colgada en su cuello la medalla de honor que Harry le dió cuando apenas sí podía caminar. Su vida transcurre en los grises suburbios londinenses, una lucha por sobrevivir día a día sin demasiada perspectiva de futuro por encima de algún golpe de suerte. Su caso es especial, no solo por el pasado de su padre, sino por su extremadamente alto IQ, sus excelentes notas en la escuela primaria y unas capacidades físicas que lo colocaron hace no muy poco tiempo como posible atleta olímpico. Un incidente hace que termine en la cárcel y mientras está siendo interrogado, llama al número que se encuentra detrás de la medalla. Harry lo saca de allí con apenas un par de indicaciones por teléfono, dando comienzo a su duro recorrido para poder llegar a ser parte de Kingsman y salvar el mundo.
Kingsman: The Secret Service es un ejemplo de como se debe trasladar un cómic a la gran pantalla. Hay muy pocas cosas agregadas por Vaughn al estilo, ritmo y trama del filme, que transpira a cada segundo la esencia que Gibbons y Millar le dieron cuando escribieron y dibujaron esta historia. La sensibilidad no está admitida, pues hay sangre a chorros y violencia pura y explícita. Los diálogos están llenos de humor y picardía y la historia en sí misma es un canto a la incorrección política. Otros elementos también entran en juego, como el choque de clases, lo político, un nivel de adrenalina muy difícil de igualar, malos tan caricaturescos y poderosos como humanos - y por ello frágiles y destructibles- y héroes sin poder alguno más que el corazón, la buena voluntad y el músculo (que nunca viene mal).
La ejecución es perfecta en lo que respecta a lo técnico y detrás de la trama se esconde una clara parodia a los filmes de oro del género de espionaje. La dirección de Matthew Vaughn es impecable y la edición de cada una de las tantas peleas es digna de aplauso: logra imprimirle a cada una un ritmo bastante difícil de seguir por el ojo humano y no abusa en absoluto de los efectos especiales ni de esa digitalización estilo Matrix que termina por deshumanizar a los personajes. A todo esto hay que sumarle la parte del sonido, que es un complemento más que perfecto para todo esto que acabo de explicar. La escena de la iglesia, con un Colin Firth como nunca lo han visto ni lo verán jamás, es simplemente una de las mejores y más intensas que vi en mi vida al punto de que todos los POV (Point Of View) son muy fluidos y creíbles.
Kingsman: The Secret Service es una hermosa y delirante combinación entre James Bond y Misión Imposible. Un homenaje en forma de parodia y renovación de un género al mismo tiempo, uno que hace décadas se encuentra buscando algún nuevo nombre que reemplace a John Le Carré y a Robert Ludlum. El mensaje político-social es bastante claro y llega en forma de una crítica a la "tecnologización" de la sociedad global y de como esta dependencia nos hace blancos móviles de cualquier loco con un poco de ingenio y carisma. Nada demasiado alejado de lo que vemos, leemos y vivimos a diario hace varias décadas.
Colin Firth y Samuel L. Jackson llevan adelante un duelo fenomenal y cargan con el filme sobre sus anchas espaldas con mucho oficio. El primero es un gentleman de la vieja escuela, un agente de élite que considera que los buenos modales y la inteligencia lo son todo y definen a una persona. Además de todos estos atributos, también porta un coraje y un espíritu más grandes que el universo mínimo. El segundo compone a uno de los mejores malvados de la década, un genio macabro con un sentido del humor y un seseo demasiado particulares, que de a ratos genera simpatía porque aparenta ser un idiota. Su plan para conquistar el mundo y comenzar todo de nuevo es tan loco como posible, por lo que inevitablemente deja a cualquiera pensando sobre que pasaría sí...
Taron Egerton se pone en la piel de un muchacho que ha sido golpeado por la vida más de un millón de veces, pero que bajo la tutela de su nuevo mentor saca lo mejor de sí y logra demostrarse que es material más que digno para ingresar a ese club privilegiado que es Kingsman. En su primer protagónico dentro del mainstream, realiza un gran trabajo físico, le agrega una buena dosis de humor bien seco - muy de clase media baja británica- y un rostro perfecto pues exhibe una vida en la que nadie le dio siquiera la oportunidad de probar su valía. Claro que su performance se produce dentro de un esquema un poco más relajado que lo habitual, debido a las dos leyendas que sostienen la estructura del filme y lo liberan de toda presión.
Un breve párrafo dedicado a Mark Strong y a Michael Caine, que acompañan muy bien a los protagonistas principales y sobre el final ganan relevancia dentro de la trama. Óptimo trabajo de dos muy buenos actores - uno de ellos ya en el panteón de las leyendas vivientes- que se prueban ideales para sus respectivos papeles.
Kingsman: The Secret Service entrega épica pura en cada una de sus escenas. No para por un segundo, en un show de frenetismo e intensidad apoyado en una excelente labor detrás de cámaras y un guión adaptado que no teme a la hora de generar polémicas e indignación. La dinámica y la brutalidad de la novela gráfica aparecen ante nuestros ojos y - mucho más relevante- se materializa la esencia del trabajo de la dupla Millar/Gibbons: una cruza única entre la vieja y la nueva escuela. El cierre nos regala un apocalípsis y un héroe perfectos, del cual muchos se quejaron por su supuesta inocencia. Para quien les escribe, es el broche perfecto para dos horas de acción en continuado, dos horas que sin lugar a dudas son lo mejor que le puede pasar a una persona en este 2015. Imposible no salir repitiendo la frase: "Manners maketh man"...Y no estar completamente convencido de que eso es cierto.
Puntaje: 10+/10
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