miércoles, 20 de mayo de 2015

Kingsman: The Secret Service

Cualquier cosa que involucre por separado a Mark Millar y a Dave Gibbons siempre será de una calidad y una intensidad difíciles de superar. Teniendo en cuenta esto, el hecho de que hace 3 años se hayan juntado para crear una novela gráfica es una de las mejores cosas que le pasó a la literatura en general y al universo de los cómics en particular. Esta satírica, violenta e inteligente reinvención del género de espionaje tuvo por fin este año su adaptación a la pantalla grande. Matthew Vaughn ya había escrito el guión y dirigido Kick-Ass (2010), otro filme basado en una historieta de Mark Millar que tuvo mucho éxito y resultó ser uno de los mejores pasajes del cómic al cine que se hayan visto después de Sin City (2005). Este director británico, productor de Lock, Stock & Two Smoking Barrels (1998) y Snatch (2000) - los dos primeros grandes pasos de su amigo Guy Ritchie - y responsable del resurgimiento de la saga X-Men, tendrá que colgar en su pared un nuevo trofeo. Lo que hizo en Kingsman: The Secret Service es superador de su trabajo en Kick-Ass y ha puesto (una vez más) muy alta la vara en lo que respecta a adaptaciones cinematográficas.    

El film abre en algún lugar de Medio Oriente, con helicópteros británicos entrando a los tiros al ritmo de Dire Straits. Estamos en 1997 y una operación secreta está siendo llevada adelante por un grupo de soldados de élite. Cuando todo parece encaminado, el líder falla en la lectura de una situación y no se da cuenta que el prisionero que han tomado está a punto de detonarse. Uno de los soldados se abalanza sobre él y les salva la vida a todo cubriendo la explosión de corto alcance. Harry Hart (Colin Firth) queda completamente sentido por la pérdida y se dirige a la casa del difunto compañero para consolar a su mujer y a su pequeño hijo. Tras ofrecer apoyo económico y para cualquier otra cosa por el resto de sus vidas, Harry le deja al niño una medalla de honor y valentía que su difunto padre se ganó en combate.


17 años más tarde, el Agente Lancelot (Jack Davenport) es asesinado mientras intenta rescatar al Profesor James Arnold (Mark Hamill), secuestrado por un misterioso personaje en la Argentina - Bariloche, para ser más precisos-. En ese instante, dos hechos colisionan entre sí: primero, el proceso de selección de un nuevo agente para la organización secreta Kinsgman y, segundo, una amenaza eugenésica comienza a surgir de la mano del malvado, mesiánico y seriamente trastornado Valentine (Samuel L. Jackson) y un invento tecnológico bastante ingenioso como para que su plan pueda ser llevado adelante con el beneplácito inconsciente de toda la población mundial.


Una vez realizada esta introducción, la mirada se dirige hacia Gary "Eggsy" Unwin (Taron Egerton), quien todavía lleva colgada en su cuello la medalla de honor que Harry le dió cuando apenas sí podía caminar. Su vida transcurre en los grises suburbios londinenses, una lucha por sobrevivir día a día sin demasiada perspectiva de futuro por encima de algún golpe de suerte. Su caso es especial, no solo por el pasado de su padre, sino por su extremadamente alto IQ, sus excelentes notas en la escuela primaria y unas capacidades físicas que lo colocaron hace no muy poco tiempo como posible atleta olímpico. Un incidente hace que termine en la cárcel y mientras está siendo interrogado, llama al número que se encuentra detrás de la medalla. Harry lo saca de allí con apenas un par de indicaciones por teléfono, dando comienzo a su duro recorrido para poder llegar a ser parte de Kingsman y salvar el mundo.


Kingsman: The Secret Service es un ejemplo de como se debe trasladar un cómic a la gran pantalla. Hay muy pocas cosas agregadas por Vaughn al estilo, ritmo y trama del filme, que transpira a cada segundo la esencia que Gibbons y Millar le dieron cuando escribieron y dibujaron esta historia. La sensibilidad no está admitida, pues hay sangre a chorros y violencia pura y explícita. Los diálogos están llenos de humor y picardía y la historia en sí misma es un canto a la incorrección política. Otros elementos también entran en juego, como el choque de clases, lo político, un nivel de adrenalina muy difícil de igualar, malos tan caricaturescos y poderosos como humanos - y por ello frágiles y destructibles- y héroes sin poder alguno más que el corazón, la buena voluntad y el músculo (que nunca viene mal).


La ejecución es perfecta en lo que respecta a lo técnico y detrás de la trama se esconde una clara parodia a los filmes de oro del género de espionaje. La dirección de Matthew Vaughn es impecable y la edición de cada una de las tantas peleas es digna de aplauso: logra imprimirle a cada una un ritmo bastante difícil de seguir por el ojo humano y no abusa en absoluto de los efectos especiales ni de esa digitalización estilo Matrix que termina por deshumanizar a los personajes. A todo esto hay que sumarle la parte del sonido, que es un complemento más que perfecto para todo esto que acabo de explicar. La escena de la iglesia, con un Colin Firth como nunca lo han visto ni lo verán jamás, es simplemente una de las mejores y más intensas que vi en mi vida al punto de que todos los POV (Point Of View) son muy fluidos y creíbles.


Kingsman: The Secret Service es una hermosa y delirante combinación entre James Bond y Misión Imposible. Un homenaje en forma de parodia y renovación de un género al mismo tiempo, uno que hace décadas se encuentra buscando algún nuevo nombre que reemplace a John Le Carré y a Robert Ludlum. El mensaje político-social es bastante claro y llega en forma de una crítica a la "tecnologización" de la sociedad global y de como esta dependencia nos hace blancos móviles de cualquier loco con un poco de ingenio y carisma. Nada demasiado alejado de lo que vemos, leemos y vivimos a diario hace varias décadas.


Colin Firth y Samuel L. Jackson llevan adelante un duelo fenomenal y cargan con el filme sobre sus anchas espaldas con mucho oficio. El primero es un gentleman de la vieja escuela, un agente de élite que considera que los buenos modales y la inteligencia lo son todo y definen a una persona. Además de todos estos atributos, también porta un coraje y un espíritu más grandes que el universo mínimo. El segundo compone a uno de los mejores malvados de la década, un genio macabro con un sentido del humor y un seseo demasiado particulares, que de a ratos genera simpatía porque aparenta ser un idiota. Su plan para conquistar el mundo y comenzar todo de nuevo es tan loco como posible, por lo que inevitablemente deja a cualquiera pensando sobre que pasaría sí...


Taron Egerton se pone en la piel de un muchacho que ha sido golpeado por la vida más de un millón de veces, pero que bajo la tutela de su nuevo mentor saca lo mejor de sí y logra demostrarse que es material más que digno para ingresar a ese club privilegiado que es Kingsman. En su primer protagónico dentro del mainstream, realiza un gran trabajo físico, le agrega una buena dosis de humor bien seco - muy de clase media baja británica- y un rostro perfecto pues exhibe una vida en la que nadie le dio siquiera la oportunidad de probar su valía. Claro que su performance se produce dentro de un esquema un poco más relajado que lo habitual, debido a las dos leyendas que sostienen la estructura del filme y lo liberan de toda presión.


Un breve párrafo dedicado a Mark Strong y a Michael Caine, que acompañan muy bien a los protagonistas principales y sobre el final ganan relevancia dentro de la trama. Óptimo trabajo de dos muy buenos actores - uno de ellos ya en el panteón de las leyendas vivientes- que se prueban ideales para sus respectivos papeles.


Kingsman: The Secret Service entrega épica pura en cada una de sus escenas. No para por un segundo, en un show de frenetismo e intensidad apoyado en una excelente labor detrás de cámaras y un guión adaptado que no teme a la hora de generar polémicas e indignación. La dinámica y la brutalidad de la novela gráfica aparecen ante nuestros ojos y - mucho más relevante- se materializa la esencia del trabajo de la dupla Millar/Gibbons: una cruza única entre la vieja y la nueva escuela. El cierre nos regala un apocalípsis y un héroe perfectos, del cual muchos se quejaron por su supuesta inocencia. Para quien les escribe, es el broche perfecto para dos horas de acción en continuado, dos horas que sin lugar a dudas son lo mejor que le puede pasar a una persona en este 2015. Imposible no salir repitiendo la frase: "Manners maketh man"...Y no estar completamente convencido de que eso es cierto.



Puntaje: 10+/10

jueves, 7 de mayo de 2015

Exists


Exists es otro filme dentro del género Found Footage. Sí, otro más señoras y señores. Pero llama la atención al punto de haber conseguido pantalla en los cines locales ¿Por qué? No es por su trama innovadora ni sus personajes profundos ni la reducción al mínimo de los clichés del género. La razón reside en que su director Eduardo Sánchez fue el segundo en la dupla que creó esa gema que es The Blair Witch Project (1999). Para quienes no lo saben, esta excelente película fue la que dió puntapié al género mencionado en la primera línea, uno que lamentablemente hoy por hoy se encuentra en un estado de putrefacción absoluta. Veamos si el trabajo de Sánchez logró salir de la media y proponer algo al menos similar a lo que dirigió hace unos largos 15 años.

El monstruo de ocasión en Exists es nuestro amigo Bigfoot o Piegrande, una criatura que es parte de las leyendas norteamericanas y al que muchos dicen al día de hoy - pleno siglo XXI y no es joda- habérselo cruzado en expediciones a lo salvaje. La historia inicia con la clásica sucesión de imágenes de un grupo de amigos compuesto por varones y mujeres que viajan por las largas y aburridas rutas de los Estados Unidos. Lo que debemos agradecer es que no siga el formato documental que sí se puede apreciar en la reciente The Frankenstein Theory (2013) de la que, en la concepción, parece un calco. 


La acción comienza cuando en medio de la noche, chocan contra algo muy grande y pesado que deja sangre en el paragolpes. Uno de ellos, el bobo que siempre registra todo con la cámara, logra captar una sombra que parece cualquier cosa menos humana pero que camina en dos pies y erguido como nosotros. A pesar de escuchar ruidos extraños que se acercan a ellos, deciden seguir su camino como lo dictan este tipo de guiones. El objetivo final es llegar a la cabaña del tío de uno de los protagonistas, pero lamentablemente el camino se encuentra bloqueado por un gran tronco que no deja pasar la camioneta. Van a pie y encuentran un lugar en ruinas, lleno de hojas y completamente abandonado en el que se disponen a pasar la noche de la mejor forma posible. Los aullidos y gritos siguen escuchándose a lo lejos, dando a entender que están siendo observados por una criatura que no se detendrá hasta obtener lo que busca. 


La referencia a Evil Dead (1981) es demasiado obvia, aunque el director es lo suficientemente sutil como para dejar todo lo relacionado con el diablo y las posesiones de lado. El juego de sombras y de sonidos para crear tensión sin exhibir al monstruo es óptimo a pesar de caer en la habitual sucesión de clichés. Las distorsiones en la pantalla no podían quedar afuera de esta fiesta, siendo el peor de los elementos del Found Footage, cabeza a cabeza con la cámara temblorosa y la respiración fuerte. La inclusión de la Go-Pro en sus salidas a andar en bicicleta por los bosques es novedosa, aunque muchos de ustedes ya habrán visto algo parecido en la fenomenal V/H/S 2 (2013), más precisamente en el corto donde se narra el comienzo del apocalipsis zombie en un POV maravilloso con una Go-Pro - solo se filmó con esta cámara- y un ciclista infectado. Claro, ese segmento está dirigido por...Eduardo Sánchez


El guión de Exists no es para nada original y mucho menos lo son sus personajes. Estamos ante el habitual: "no creíamos que existiese y vinimos a mostrar que somos machos, pero al final había un monstruo y estamos todos muertos". El esquema se desarrolla gradualmente y sin demasiadas sorpresas, aunque es destacable que el ritmo no sea frenético y se intente construir una historia sin saltear etapas. Piegrande está muy bien construido y funciona muy bien cuando aparece de noche, pues de día se desdibuja un poco más allá de estar muy bien construido digitalmente. 


Lo positivo de Exists es que la historia no se agota en el descubrimiento del horror sino que hace base en ello. El filme termina siendo uno de supervivencia más que de terror, con el protagonismo exclusivo de un monstruo que está dispuesto a asediarlos hasta matarlos a todos. Desde este momento en adelante, la historia repunta y logra salir del lugar común sobre el que se instituye. Las actuaciones son buenas, cada cual cumple con un rol básico que es hacer de sí mismos y la dirección de Sánchez es un millón de veces mejor que la de la masa de imitadores que hay allí afuera en la jungla de Hollywood. Exists es un buen producto que no tiene muchas luces al principio pero termina mostrando sus virtudes de la mitad hasta la muy buena escena final. Con clichés y todo, logra llegar a la meta sin perder demasiado en el camino. 



Puntaje: 5/10

viernes, 1 de mayo de 2015

Kill Me Three Times


Siempre me intrigaron los filmes en los que sus protagonistas principales se encuentran muy lejos de su zona de confort. Por eso es que me gusta mucho la particular The Number 23 (2007), que nos muestra a un Jim Carrey en el rol más oscuro y perturbador de toda su carrera (sí y estoy sacando de la lista a Irene, Yo y Mi Otro Yo eh). En Kill Me Three Times, dirigida por Kriv Stenders, nos encontramos con el fenomenal Simon Pegg en un rol bastante más lúgubre de los que nos tiene habituados. Que el rey de la comedia británica haya cambiado de ecosistema al menos por un rato, es noticia suficiente como para prestarle atención a este filme.

La historia comienza con Charlie Wolfe (Simon Pegg) narrando su inminente muerte tras, en apariencia, haber recibido un balazo en una lujosa mansión con frente hacia el mar. Nos anuncia tres muertes y con un flashback las primeras piezas del rompecabezas comienzan a encontrar su lugar. Nos enteramos que Wolfe es un solucionador de todo tipo de problemas, pues se encuentra en plena persecución en unas dunas. Antes de liquidar a su víctima y culminar con su trabajo, recibe un llamado al que responde con un: "estaré allí en una hora". Su viaje continuará con nuevos flashbacks y flashforwards que lo cruzarán con diversos personajes, entre ellos un dentista y su ambiciosa secretaria, un marido violento y alcohólico que sabe que su mujer lo está por abandonar, un amante dispuesto a hacer lo que sea por su enamorada, un policía que trabaja como recolector de la mafia local...todos ellos piezas centrales de un rompecabezas que comenzará a ser armado en el momento en el que nuestro trabajador sicario entra en acción.


Kill Me Three Times es un intenso filme noir con un guión que tiene todos los elementos del Guy Ritchie más clásico y un ritmo más bien sacado de una película de Quentin Tarantino. La combinación es sin dudas interesante y entretenida, pero una vez que supera las primeras escenas - donde reina la confusión por los cambiantes marcos narrativos- se termina convirtiendo en un producto demasiado previsible, pues no agrega nada nuevo a algo que ya conocemos de memoria (y que preferimos verlo de la mano de los dos directores mencionados). El choque accidental entre dos personas o grupos que poseen el mismo objetivo y que sin saberlo se allanan el camino mutuamente para conseguirlo es una fórmula eficaz pero tan explotada ya, que en mayoría de casos es un cliché absoluto.


Pero hay cosas positivas en Kill Me Three Times, como el giro que la historia da en la tercera de las muertes. Ingenioso, lo mejor dentro de un guión bastante chato que, como ya dijimos, se basa en la conexión de todos los personajes con dos o tres elementos centrales que hacen al todo como si fuese una gran telaraña. La tragedia y la sangre signan el camino del protagonista, aunque la pantalla no se tiñe de rojo comparativamente con como es preanunciado en las escenas iniciales.


Simon Pegg sale ileso de este experimento, luciéndose en un rol inesperado e intransitado por él. Humor negro y mucha maldad que logran generar una buena conexión con el espectador y hasta simpatía pues en un mar de personajes que son uno más chanta que el otro, al menos él intenta cumplir con su trabajo de manera - relativamente- limpia.


El cierre es muy bueno y logra sacar un poco el elemento previsible del medio. Esto sumado a la performance de Simon Pegg y a la dinámica que de a ratos el director le logra inyectar a la trama, consiguen salvar a Kill Me Three Times de un aplazo cantado. Las demás actuaciones - sobre todo las de Teresa Palmer y Alice Braga- son buenas y no se puede decir mucho en contra de los aspectos técnicos del trabajo detrás de cámaras, pero no por esto Kill Me Three Times deja de ser un filme calcado de cualquiera que esté dentro de la filmografía de Guy Ritchie.



Puntaje: 6/10