miércoles, 18 de febrero de 2015

The Imitation Game

En este último tiempo, digamos desde el cambio de siglo hasta este 2015, hemos visto renacer al género de las biopics. Siempre eficaz a la hora de emocionar y de indignar en iguales cantidades al público - por lo general tratan de matizar el bronce del personaje que retratan con la vida de mierda que tuvo, casi siempre por factores ajenos a su persona-, hoy tiene a dos filmes nominados para la categoría "Mejor Película" en los ya muy cercanos Premios Oscar. The Theory Of Everything y The Imitation Game son los dignos representantes del género en la noche más relevante de Hollywood. Hoy nos toca hablar de la segunda de esta pequeña lista, del filme que retrata la vida - digamos, la parte importante de esta- de Allan Turing. Un matemático brillante que logró descifrar el Código Enigma en la Segunda Guerra Mundial y proveerle a los Aliados una veloz victoria sobre los Nazis. Un camino que no estuvo exento de sacrificios, pero que fue el paso inicial (y algo más también) para la creación de lo que hoy llamamos "computación" en plenos años 40', y que terminó en una tragedia demasiado previsible y cruel. Ah y no me vengan con eso de que no les "espoilee" el final, porque equivaldría a un pedido de no revelar como termina la película Titanic.

Será el mismo Turing (Benedict Cumberbatch) quien nos lleve por todo el filme como el lógico narrador omnisciente de su propia historia. Lo primero que queda claro es que la ambientación y el vestuario de época son impecables. Todo comienza con el momento exacto en el que Gran Bretaña ingresa en la Segunda Guerra Mundial. Turing es un emérito del King's College y ha logrado enseñar allí teniendo menos de 30 años de edad. Impulsado por un sentimiento patriótico, se dirige hacia la Blatchett Radio Manufacturer - central de telecomunicaciones del Ejército- para ofrecer sus servicios al gobierno. La primera impresión que genera es la de un genio absoluto, alguien sin dudas demasiado introvertido e ingenuo pero con una personalidad más bien poderosa. También el guionista se encarga de dejarnos en claro cada vez que puede que nuestro protagonista es homosexual, algo que a la larga atenta contra la estructura y la idea de la película. Más allá de esto, lo relevante es que Turing tras una muy particular entrevista con el Comandante Denniston (Charles Dance) se dispone a realizar el trabajo de su vida dentro del "Proyecto Enigma".


Este consiste en un reducido grupo de especialistas de diversas áreas que estarán abocados a descifrar la Máquina Enigma de los Nazis. Un aparato de ingeniería simplemente brillante, que cambia de código cada 18 horas y que encierra dentro de su aparente simplicidad - si uno la mira, es una máquina de escribir común y silvestre- 159.000.000.000.000.000.000 variable posibles por día. Lo que Turing y sus colegas deben hacer es lograr cambiar solamente una de ellas, tarea a la vista posible pero en la práctica irrealizable. Más allá de poder decodificar algunos mensajes por azar, los avances reales se obtendrían con el trabajo de 20.000.000 de año si una persona chequease cada 10 minutos una sola de estas finitas variables. 


Los primeros pasos nos muestran el trabajo a contrarreloj de una mente brillante, de un ser humano lleno de intensidad y pasión cuando hace lo que más ama. Millones de vidas se encuentran en sus manos y Turing está más que dispuesto a ayudar a a vencer a los enemigos de la única manera que él supone posible: mediante la lógica absoluta. No quiere conocer dos o tres mensajes cifrados, sino decodificar por completo el código para así poder tener en la palma de la mano toda la información disponible. Tras una pelea con sus compañeros justamente por una diferencia en lo que refiere a ambiciones - y también ante la presión que reciben desde arriba por obtener resultados inmediatos- logra con la ayuda de Stewart Menzies (Mark Strong) del MI6 que el mismo Churchill lo ponga a cargo del equipo. Tras despedir a dos personas que considera inútiles, sale a buscar nuevos reclutas por todo el país para así poder cambiar la historia. Aquí es donde aparecerá Joan Clarke (Keira Knightley), una joven muchacha que se impone en todas las pruebas y logra vencer el prejuicio de época para convertirse en una de las principales arquitectas del triunfo Aliado sobre El Eje.


Constantes flashbacks nos llevan hacia su juventud, con especial énfasis en su relación con su mejor amigo Christopher. Un vínculo muy estrecho, prácticamente romántico aunque ambiguo, que marcará su vida y determinará gran parte de lo que Turing terminó siendo cuando adulto. El otro gran foco está puesto en su relación con Joan, un hecho que ayudó a destrabar el código de forma definitiva. Turing movió cielo y tierra para que fuese aceptada dentro del equipo, pues la consideraba una persona igual o más brillante que él mismo. 


El contexto bélico es explicado correctamente con el clásico recurso del video de archivo, que se acrecienta cuando el filme llega a su clímax. Las tensiones dentro del equipo están manejadas a la perfección, sobre todo porque el director delega casi todo el peso sobre los hombros del genial Benedict Cumberbatch. Con sus expresiones faciales y corporales lo dice todo, en una personificación sensacional de una mente tan grande como perturbada y perseguida por los fantasmas del pasado. Luces y sombras de un genio, una mimetización absoluta, con sus tradicionales marcas de estilo. Matthew Goode y Keira Knightley (dos fenomenales actores siempre poco valorados a pesar de que siempre están como mínimo a la altura de las exigencias) acompañan a la perfección a quien hoy es para muchos el gran actor del momento y logran una química particular con él: uno desde el rechazo inicial a la amistad final y la otra de la fascinación-amistad a la decepción absoluta. Las dos curvas son bien claras en ambos casos y nunca llevan al filme hacia un intolerable melodrama lleno de conflictos zonzos y lacrimógenos entre personajes. Un detalle respecto de sus escenas con la actriz birtánica: ambos logran sacarnos una sonrisa en cada una de ellas.


Vemos a un hombre perseguido por su carácter, por la sospecha que levantaba ante las autoridades, que dudaban de su orientación sexual. Porque es mentira que hayan alguna vez pensado que Turing era un espía soviético; simplemente veían su homosexualidad como un crimen - literal, era ilícita- y querían arruinarle la vida, algo que terminaron logrando con mucho éxito. También queda claro que en nuestra historia hay un predominio lamentable de los brutos, de los que nunca leyeron un libro y se creen omnipotentes, por encima de las mentes que tienen las verdaderas soluciones.


The Imitation Game es un filme sencillo en su estructura pero muy profundo, intenso, angustiante y emotivo a la vez. Un retrato y homenaje a una mente como las hubieron pocas en nuestra larga historia. Desnuda a un ser humano excepcional que logró dar vuelta uno de los peores conflictos bélicos que vivimos apelando a la matemática y a la lógica y dejando de lado todo lo relacionado con el instinto. Al mismo tiempo funciona como un doloroso y fehaciente retrato de nuestra naturaleza como especie y de varias de las razones por las cuales hemos fracasado rotundamente a la hora de construir una sociedad y un mundo mejores. Grandes actuaciones de sus tres actores centrales y un guión que mecha con inteligencia elementos básicos del género de espionaje para así agregarle movimiento e intriga a la trama. Merecida la candidatura al Oscar más allá de algunos fallos, siendo el más grave de estos el énfasis que el director Morten Tyldum le da a las preferencias sexuales de Turing. Por lo demás, una película que vale la pena ser vista para conocer una vida sin lugar a dudas fascinante. 



Puntaje: 8/10








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