Comencemos esta crítica con un pedido: es hora de que Liam Neeson deje de repetir el mismo personaje, o por lo menos no más de una vez por temporada. Desde la primera película de esta trilogía allá por el año 2008, hemos visto como este talentoso actor irlandés ha interpretado mayoritariamente roles que lo tenían como héroe de acción. Dentro de esta larga lista les recomiendo la magistral Unknown (2011) y sin dudas la ya mencionada Taken (2008) que fue el filme que lo relanzó en una industria que de a poco comenzaba a darle la espalda. Nobleza obliga, es innegable que esta particular combinación entre John McClane y Ethan Hunt que encarna el bueno de Neeson genera simpatía, entretiene y logra mantener a la audiencia enganchada hasta el final. Pero ya haberlo tenido solamente esta temporada en dos roles prácticamente iguales, terminó por ser la gota que rebasó el vaso. El mismo actor sostuvo en una entrevista durante la gira promocional de Taken 3 que por unos años iba a elegir otro tipo de rol con el fin de no cansar a los espectadores, más allá de que los números siguen siendo redondos.
Ahora hablemos de Taken 3, filme que parece cerrar de una buena vez una saga que se estaba convirtiendo en una parodia de sí misma, aunque no por ello se puede afirmar que es aburrida. Si hay algo de lo que no carece la película es de dinámica y muy buena acción, de esa que nos retrotrae a los años dorados del género en la que los efectos especiales eran apenas una excepción y/o acompañamiento y no la norma. Aquí nos encontramos de nuevo con la dirección de Olivier Megaton y el guión de Luc Besson, en una nueva aventura del sufriente pero duro Agente Bryan Mills (Liam Neeson). Tras primero haber rescatado a su hija adolescente de una red de trata en Europa Oriental y luego haber salvado a su mujer que casi muere asesinada en venganza por el desbaratamiento de aquella mafia europea, ahora Bryan tiene problemas un poco más terrenales. Leonore (Famke Janssen), que ahora es su ex esposa, no está muy conforme con su matrimonio y se la pasa coqueteando con él sin parar. Como si esto fuera poco, su eterna princesa Kim (Maggie Grace) está embarazada de un novio más bien particular y por el momento esconde su situación por lógico miedo a que todo estalle por los aires.
Tras una extraña visita nocturna de Stuart (Dougray Scott), el nuevo marido de Leonore, recibe al otro día un mensaje de ella diciéndole que quiere verlo de manera urgente en su departamento. Llega con café y bagels recién horneados y se encuentra con ella muerta en su propia cama. Al instante llega la policía que lo detiene parcialmente pero él logra a las patadas escaparse para iniciar la tradicional huida por los suburbios de Los Ángeles - sí, con saltos a los alambrados incluidos-. Aparece en escena el Detective Franck Dotzler (Forest Whitaker) que si bien no está demasiado convencido de la culpabilidad del nuevo prófugo, tampoco está con muchas ganas de incumplir con sus ordenes y lo que él cree es su deber. Bryan comienza así un camino a contrareloj para mantener a salvo a su hija, confundir a la policía, atar todos los cabos y dar con el responsable del asesinato de Leonore.
La tensión del filme está muy bien llevada de la mano de un director que, como buen discípulo de Luc Besson, sabe como crear buenas escenas de acción pura y dura. Liam Neeson y Forest Whitaker cargan con la historia sobre sus anchas espaldas sin mayores problemas, con una química ideal que convierte el trabajo en un mero trámite. El duelo entre gato y ratón que ambos llevan adelante es el centro de la trama, con pequeños bocados de sangre, fuego y trompada limpia cada tanto. Hay un exceso de momentos lacrimógenos que hace que Taken 3 pierda de a ratos su intensidad, pero todo el camino del héroe hacia su objetivo final es el mismo que en las dos antecesoras.
El guión no es para nada complejo, más bien todo lo contrario. Besson combina muy buena acción con el muy buen trabajo de dos actores con mucho oficio que no trabajan de taquito, por lo que levantan bastante lo que, caso contrario, sería otro filme basura sobre temas como la mafia, la policía corrupta, etc. El trabajo de Liam Neeson es digno de ser remarcado una vez más, ya que irradia simpatía por los poros y al mismo tiempo logra dar con la dureza necesaria para su personaje. Sus frases duras, terminantes, su tono ronco y esa mirada de nulos amigos arman un coctail explosivo con el que mejor no meterse. Lo que no queda bien es que hayan estirado sus acciones al límite total, alcanzando ya el delirio de todas las Misión Imposible y del nuevo James Bond.
Olivier Megaton pone ante nosotros todos los clichés y trucos baratos de edición que pertenecen al género. Taken 3 es entonces un filme chato por donde se lo mire pero que es efectiva si se consideran sus objetivos. El giro del final no es ninguna maravilla, pero al menos saca a la historia de la monotonía habitual y da pie a los fuegos artificiales con los que cierra la función ¿Entretiene? Sí ¿Es buen cine? Claro que sí, aunque eso depende de los gustos de cada uno. Taken 3 peca por repetirse una vez más, dejando en claro que ni el maquillaje puede sostenerla ya en el tiempo. Y una de las razones para demostrar esto es el que hasta Liam Neeson mismo esté harto de jugar este mismo rol ¿La paradoja? Que es justamente su presencia la que termina por darle el aprobado al filme.
Puntaje: 6.5/10
jueves, 23 de abril de 2015
Taken 3
Etiquetas:
Acción,
Action,
Dougray Scott,
Famke Janssen,
Forest Whitaker,
Héroe,
Liam Neeson,
Luc Besson,
Maggie Grace,
Olivier Megaton,
Taken,
Taken 3,
Unknown
viernes, 17 de abril de 2015
Cub
El cine belga sigue demostrando además de vigencia, una notable vitalidad a la hora de renovar géneros en los que no parece haber muchas más cosas para inventar. Jonas Govaerts es el director de este interesante filme titulado Cub que explora un camino no demasiado transitado: el del terror para niños. No me refiero solamente a que sean jóvenes de menos de 12 años quienes protagonizan la película sino a que más allá de su componente gore, apunta a un público no tan grande en lo que a edad se refiere. Claro que todos pueden disfrutarlo, pero tengo la sensación de que es un producto más bien pensado para asustar a un determinado target y no a todos los espectadores que tengan la posibilidad de verlo.
La trama no posee demasiada complejidad: un grupo de Boy Scouts que responde al nombre del filme, va a pasar un fin de semana de campamento a un territorio en el medio del bosque. Los dos líderes, Peter (Stef Aerts) y Chris (Titus De Voogdt), se la pasan todo el camino hablándoles del misterioso y terrorífico "Kai" que según cuenta la leyenda es una bestia poderosa que se esconde en lo salvaje. Para agregarle un poco de pimienta al asunto y tener a los chicos entretenidos, les avisan que muchos testigos avistaron a esta criatura justo en las inmediaciones del lugar al que se están dirigiendo tan inocentemente. La relevancia que le dan es nula pero uno de los chicos, Sam (Maurice Luijten), se lo toma bastante en serio al punto de que desde la camioneta que los transporta cree ver algo moviéndose entre los árboles.
En una parada, Peter entra en conflicto con dos muchachos que están jugando con un auto en el terreno donde en teoría debían acampar los Boy Scouts. Se terminan yendo tras un par de trompadas y no escuchan la advertencia desesperada de uno de estos, pidiéndoles que se mantengan alejados del peligro. Una vez que se asientan en el lugar, Sam se encuentra cavando un gran pozo a metros del campamento. Siente una presencia detrás suyo y sale corriendo hacia donde están sus compañeros, avisando que el "Kai" está cerca. Lo que recibe son golpes y burlas de parte de la mayoría así como también de Peter, que parece tener un ensañamiento particular con el chico. Este escenario es habitual para Sam, huérfano y rescatado por Chris del orfanato hace ya varios años.
Cuando cree que todo es producto de su imaginación, se encuentra con una enorme guarida construida con ramas, que cuelga de un enorme árbol. Antes de poder siquiera inspeccionarla, el supervisor del grupo lo lleva de las narices de vuelta hacia las carpas. No pasará mucho tiempo para que Sam se de cuenta que la historia del "Kai" no es ningún chiste y que tal vez sea necesario empezar a dormir con un ojo abierto y su navaja en la mano.
Cub es una película interesante, no tanto por la trama sino más bien por la manera en que lo real y lo imaginario no poseen una frontera tan claramente demarcada. El director de a ratos nos confirma que todo es parte de la realidad, pero aún así logra confundirnos pues todo es demasiado extraño. El terror es construido de una forma progresiva y sin abusar del susto fácil, aunque la primera parte es demasiado extensa y no posee ningún tipo de acción más que verlo a Sam ser sometido al bullying más básico posible.
Los interrogantes que se van generando son respondidos con buen timing, por lo que el interés en la historia jamás se pierde. Si bien la naturaleza de la amenaza es revelada antes de la mitad de la película, esto termina siendo tan solo una ínfima parte del peligro que se cierne sobre estos Boy Scouts. Sorprende que dentro de esta temática haya tanta violencia y sangre en estado puro, crudeza total, sin importar que sea un filme protagonizado por niños. La crítica político-social - algo que nunca falta y que muchas veces sobra- está en los pliegues del guión y sirve como justificación para el particular juego macabro que se desarrolla en ese bosque europeo.
Cub funciona como un raro espécimen que se mueve entre el gore y el slasher - a sabiendas de lo borrosa que es la frontera entre estos dos géneros, imaginen- y que posee influencias variadas. Desde Friday The 13th (1980) hasta Joy Ride (2001) nos podemos encontrar con filmes de los que Cub supo extraer algunas buenas herramientas. El cierre de la historia es buena, no deja cabos sueltos y resuelve el intrigante flashback que da inicio al filme con sobriedad, lo cual en estos tiempos no es poca cosa.
Cub posee un guión simple pero no por ello tonto y una dirección óptima. Las dosis de gore son perfectas y la atmósfera es creada de manera progresiva sin saltar ningún paso. El salto del espectador es buscado en algunas ocasiones, pero no en abundancia y las actuaciones son más que razonables. Los clichés dan el presente pero el Govaerts se encargó de reducirlos al mínimo posible y/o de darles una vuelta original. Cub logra aprobar porque dentro de un ámbito en el cual la repetición es ley, al menos busca ser una bocanada de aire fresco. Hay detalles, claro ¿Pero que es la vida sin esos detalles?
Puntaje: 6.5/10
Etiquetas:
Bullying,
Chicos,
Cine Belga,
Cub,
Gore,
Indiegogo,
Jonas Govaerts,
Kai,
Maurice Luijten,
Niños,
Slasher,
Stef Aerts,
Titus De Voogdt,
Welp
miércoles, 1 de abril de 2015
Backcountry
Apenas vi el afiche promocional de Backcountry y la leyenda de "basado en una historia real", me acordé de ese gran documental de Werner Herzog titulado Grizzly Man (2005) donde mostraba mediante la edición del material crudo filmado en sus expediciones a Alaska para proteger a los osos grizzly, la trágica historia de los activistas Timothy Treadwell y Amie Huguenard. También me vino a la cabeza Jaws (1975) pues la imagen del oso acechando a uno de los protagonistas sin que este se de cuenta que está allí es un guiño demasiado obvio como para ser dejado de lado. Dirigida y escrita por Adam MacDonald, Backcountry - como puede verse- de entrada prometía mucho y algunas críticas habían sido bastante elogiosas con el filme. Nada podía hacernos pensar que iba a terminar viendo un producto bastante mediocre que se queda a mitad de camino en cada una de sus propuestas.
La trama es bastante fácil de seguir, nada demasiado complejo o filosófico: Alex (Jeff Roop) y Jenn (Missy Peregrym) son una joven pareja que sale de su rutina ciudadana para tomarse un fin de semana en lo salvaje. Él es un amante de la naturaleza, pues ha crecido entre los árboles y recorriendo reservas naturales, y dice conocer al parque nacional canadiense donde se dirigen como la palma de su mano. Ella es claramente un bicho de ciudad, aferrada a su celular todo el tiempo pero dispuesta a lanzarse en brazos de lo desconocido. Sus miedos y precauciones son objeto de burla de su pareja, que parece desconfiar bastante de los movimientos de la mujer a la que ama - digamos que, más allá de no tener razones concretas, cree que ella se la pasa coqueteando con cuanto hombre le pasa por al lado-. Más allá de esto, el viaje tiene un propósito y el lugar para concretarlo es un pasaje llamado Backfoot. El supervisor del parque le explica que no puede ir porque esta temporada se encuentra cerrado al público y le ofrece un mapa que es rechazado con altanería por él. Cruzan a remo un hermoso y ancho lago, con la clásica panorámica del mundo sin edificios ni ruido, y llegan al punto de partida. Todo un cliché hasta el momento, bastante lento y sorpresivamente consumidor de demasiados minutos sin sentido alguno. La acción que tanto se promete tarda en llegar y esto es raro porque no hay nada en la historia que amerite un desarrollo demasiado profundo.
En apenas medio día, todos los problemas que Alex y Jenn poseen como pareja afloran e implosionan. Celos, rencores, conflictos bobos...cuestiones que la rutina frenética del trabajo y la ciudad no suelen dejar salir pero que se hacen presentes con un poco de silencio y momentos en soledad el uno con el otro. Un nuevo cliché argumental, pero que no molesta demasiado porque sabemos que a la vuelta de la esquina se encuentra un feroz oso que tratará de comerlos por haber invadido su territorio de forma accidental. Pero nada de esto sucede, porque en su primera noche cruzan camino con un irlandés bien turbio llamado Brad (Eric Balfour) que es invitado por Jenn a cenar y no para de tirarle los perros y de desafiar a Alex que no reacciona ni siquiera ante la mirada de susto de su novia. Cuando retoman el camino tras ese mal trago, el joven explorador se topa con una gran huella pero decide ocultar esta información para así poder seguir adelante con su plan romántico. Una segunda noche en vela tras escuchar ruidos extraños fuera de la carpa y una serie de destrozos en el perímetro son suficiente como para asustarlos, aunque no para detener su paso raudo hacia Backfoot. Alex se dispone a mostrar que controla la situación, que conoce el lugar mejor que nadie y que ni un león va a detenerlo en su intento de recomponer una pareja visiblemente estancada.
Backcountry llega a su clímax cuando los dos protagonistas en lugar de toparse con una gran laguna (que da comienzo al pasaje hacia el que se dirigen) encuentran una marea de árboles que no parece tener fin. Poco tardan en darse cuenta que sus vidas corren peligro, pues un oso grizzly adulto y muy agresivo - con toda la razón del mundo, si lo pensamos objetivamente- los está acechando hace varios días.
La tensión está sin dudas bien construida más allá de la pereza con la que se desenvuelve el guión. El modelo a seguir es el de Jaws sin lugar a dudas, sugiriendo mucho más de lo que finalmente se termina mostrando. La confrontación final es bien explícita y no apta para personas con un estómago y mente sensibles. Cualquier amante del gore como quien escribe estas líneas, se encontrará muy agradecido con este detalle. Backcountry es una cacería combinada con un drama sentimental que nada tiene que envidiarle a cualquier libro de Nicholas Sparks (esto dicho en el peor de los sentidos posibles). El ser humano termina siendo presa dentro de ese hermoso, peligroso e intrigante laberinto que es la naturaleza.
Más allá del ambiente tenso, no suceden demasiadas cosas hasta los minutos finales. La acción pura y dura es bastante poca en comparación con el bodrio que hay que aguantar hasta llegar a ella. Y a decir verdad, si bien es lo suficientemente sangrienta, tampoco posee una duración que compense el tiempo perdido con una historia de fondo que no es para nada interesante más allá de estar construida a un buen ritmo. El filme vira de un drama clásico a una Blitzkrieg donde la supervivencia lo es todo, aunque ya sepamos lo que le va a pasar a al menos uno de nuestros aventureros. Se pueden visualizar elementos de esa obra maestra del terror llamada Open Water (2003) y de la sólida 128 Hours (2010). Me niego a colocar a la gloriosa Into The Wild (2007) en esta lista porque sería un insulto, aunque sí pondré a la ya mencionada Grizzly Man (2005) solamente por la temática que comparten.
Backcountry posee una ambientación espléndida, con paisajes hermosos que ponen la piel de gallina de tan solo pensar en su existencia. Esta belleza hace de fondo a la batalla palmo a palmo entre la bestia y el hombre, aunque en realidad debería llamarlo una carrera de los protagonistas hacia la salvación pues en la pelea no tienen chance alguna. MacDonald muestra un muy buen manejo de cámara, con la dosis exacta de frenetismo y firmeza, y la edición de imagen y de sonido es optima. Las actuaciones son aceptables, nada del otro mundo pero pasan el examen sin demasiadas complicaciones.
Lo que enoja de Backcountry es que anuncia algo impresionante y lo único que termina entregando es una resolución a velocidad luz de todos los conflictos que plantea. Se le vende al consumidor un filme de supervivencia pura, cuando en realidad esta ocupa apenas 15' de los 92' de duración. El cierre es demasiado apurado y más bien obvio, poniéndole el moño a un show de previsibilidad que nunca consigue salirse del esquema. La labor técnica es muy buena, los actores más que decentes y la idea es interesante, pero para poder tener éxito hay que saber plasmar todo eso en la pantalla. Una verdadera lástima, una hora y media a la basura.
Puntaje: 4.5/10
Etiquetas:
128 Hours,
Adam MacDonald,
Backcountry,
Bear,
Eric Balfour,
Grizzly Man,
Horror,
Jaws,
Jeff Roop,
Missy Peregrym,
Open Water,
Oso,
Supervivencia,
Survival,
Werner Herzog
Suscribirse a:
Entradas (Atom)