El filme comienza con Timothy Russell (Brenton Thwaites) siendo dado de alta de un instituto psiquiátrico. Su médico considera que ya está curado de todos los traumas de su infancia, estos generados por supuestamente haber asesinado a sus padres en un episodio muy confuso cuando apenas era un niño. A la salida lo espera su hermana Kaylie Russell (Karen Gillan) que estuvo con él esa noche y jura que lo que mató a su madre y padre fue un espíritu maligno que habita en un antiguo espejo. Le recuerda a su hermano la promesa que hicieron juntos la noche de la tragedia para tratar de convencerlo de lavar su nombre. Tras haber logrado localizar y comprar el espejo en una subasta, lo lleva a su vieja casa y dispone de un sistema de cámaras y trucos para engañarlo y poder registrar cada movimiento. Tras enumerar todos los casos de muertes misteriosas en las que el fantasma del espejo pudo estar involucrado, Kaylie se aboca a su tarea con la ayuda de Tim quien, a pesar de dudar acerca del estado mental de su hermana, la terminará ayudando.Convencida de que puede destruir a lo que arruinó sus vida para siempre, ella los introduce en un territorio muy oscuro del cual no está asegurado el retorno.
El director y guionista maneja muy bien los tiempos del filme. Logra crear una atmósfera silenciosa y aterrorizante sin recurrir al susto repentino. Hasta se da el lujo de usar pocas veces la banda sonora como recurso, lo cual es muy elogiable. No abusa del CGI en la creación de sus criaturas infernales, es más es evidente que trabajó más que nada con maquillaje lo cual es una bocanada de aire fresco ante tanta pantalla verde. El terror es construido progresivamente y los misterios se van develando con la ayuda de precisos flashbacks que se acoplan con las acciones del presente en una continuidad perfecta. Todos aparecen en el momento justo para cerrar una puerta y abrir otra hasta llegar a la esperable resolución de la trama. Tal vez este sea su gran punto flojo: el tener una muy buena historia con una estructuración perfecta pero que desde el principio preanuncia demasiado el final.
En lo demás, Oculus es una película con mucho espíritu amateur y gran potencia en la realización. Las actuaciones son buenas (sin descollar, cumplen con lo necesario) y vale aclarar que no se trata de un elenco lleno de estrellas sino más bien de nombres poco conocidos en la industria (atentos fanáticos de One Tree Hill, si es que queda/hubo alguno por allí). Sigue el camino marcado a fuego por James Wan y consigue darle un poco más de vitalidad a un género que lamentablemente sigue estando en jaque por la enorme cantidad de productos mediocres llenos de monstruos y fantasmas pedorros merced de un pésimo CGI y de historias que terminan causando más risa que miedo por lo estereotipadas que son. Con solo tachar algunos casilleros de la lista básica, a Mike Flanagan le alcanza y sobra para convertirse en la nueva persona a seguir en el inestable universo de terror.
Puntaje: 6.5/10
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