"War Dogs" es una de las grandes películas del pasado 2016 y esto es algo muy complicado de refutar. Las actuaciones de Jonah Hill y de Miles Teller son excelentes, a tono con casi todos los trabajos que han realizado en la última década, el guión se encuentra adaptado a la perfección del libro titulado "Arms and The Dudes" escrito por Guy Lawson y la dirección de Todd Phillips es tan frenética y precisa como la performance de sus dos estrellas principales.
El argumento de "War Dogs" pone sobre el tapete el famoso sueño americano, ese que nunca fue real y que sigue siendo el eje de todas las campañas políticas en el país del norte y que, evidentemente. tiene un notable éxito entre las masas. David Packouz (Miles Teller) y Efraim Diveroli (Jonah Hill) son dos amigos de la vida que vuelven a entrar en contacto casi por casualidad durante el funeral de un familiar del primero. Minutos antes, en la voz de David, el espectador había realizado un veloz recorrido por una existencia más bien ajustada: pleno año 2004, un millenial sin estudios cuya vida se divide entre emprendimientos fallidos (ser masajista de millonarios que le pagan apenas monedas e intentar vender sábanas de seda al por mayor sin ningún éxito) y su hermosa convivencia con su joven novia que se encuentra embarazada de pocas semanas.
La llegada de Efraim, un traficante menor de armas que está buscando dar el salto a las grandes ligas, y que no tardará demasiado en convencer a su amigo de que es el momento correcto para adentrarse en un mundo tan peligroso como lleno de adrenalina. Claro que para lograr eso desde prácticamente la nada y compitiendo contra empresas de alto calibre y lobby en el Congreso necesitaron de un error a la hora de rearmar secreta e ilegalmente al ejército de Irak por parte de la administración de George W. Bush Jr. Tal desliz hizo que el juego se abriese a todos los actores sin importar su tamaño, por lo que David y Efraim comenzaron su pequeña empresa buscando contratos pequeños donde poder hacer sus primeras (perdonen) armas.
La posibilidad de hacer negocios directamente con el Pentágono les permite aumentar su calidad de vida, todo esto a escondidas de la ley pero con el aval tácito por parte del Estado. La Doctrina Bush en toda su dimensión, siendo aprovechada por dos jóvenes que no son ni republicanos ni favorables a la guerra de Irak iniciada en 2004, pero que si están ávidos de amasar una gran fortuna, algo tan alocadamente lógico como carente de coherencia ideológica y política. La frase "All the money is made between the lines" (todo el dinero se hace entre las líneas enemigas) que dispara Efraim para ganarse el apoyo de David es la mejor manera de graficar lo que estos dos muchachos hicieron durante varios meses.
Todd Phillips retrata con mucho ritmo, crudeza y planos llenos de desenfoques muy planificados (tal cual en la trilogía de "The Hangover") la manera en la que su fraudulenta empresa - que inevitablemente recuerda a la infame Stratton Oakmont de Jordan Belfort- teje relaciones con traficantes por todo Medio Oriente y logra llegar a una posición política y económica más que razonable sin haber estado siquiera a leguas de la zona de guerra. Luego de un mal comienzo con el Ejército de los Estados Unidos, negocio que logran encaminar haciendo una locura de manera inconsciente y entregando una de las mejores escenas del filme, se hacen de casi 3 millones de dólares y ganan un prestigio inusitado.
Lo que defienden a toda costa es la ganancia y gracias a ella se dan una vida de lujos que jamás hubiesen imaginado. El guión posee una línea muy inteligente que sirve para graficar a la perfección el espíritu de los dos protagonistas: cuando a David un aspirante a ingresar en la compañía (A.E.Y) le pregunta por el significado de las siglas, y se burla porque en realidad estas no poseen uno, la respuesta que recibe es que "A.E.Y doesn't stand for anything", un juego de palabras que traducido perdería toda la gracia.
La aparición de Henry Girard (Bradley Cooper) a los pocos días de haber conseguido un contrato gigante con el Pentágono no hace más que complicar las cosas. De allí en adelante, todo se hará más y más difícil para esta especie de dúo dinámico, quedando todas sus miserias expuestas y también sus manejos poco profesionales y descuidados que terminarán por ser lo que los condene al destino que ya todos conocemos.
Más allá de las acusaciones por parte de Packouz y Diveroli contra Guy Lawson y Todd Phillips, lo cierto es que el filme es muy bueno. "War Dogs" logra exponer la locura y la perversidad de un sistema vigente al día de hoy, uno que, por ejemplo, permite que dentro de muy poco tiempo la empresa A.E.Y pueda ser elegible para realizar contratos con el Pentágono una vez más. También sirve para que el espectador reciba con mucho cinismo y humor negro una lección práctica - y lejana a la solemnidad que ha invadido a muchos sectores del progresismo- acerca de la gran hipocresía que es la guerra.
Miles Teller lleva adelante de gran manera un rol secundario, complementando a la perfección con rol de un joven correcto y bastante inocente, una labor digna de un Premio Oscar por parte de Jonah Hill. Hacía mucho tiempo que se esperaba la versión más desatada, fuera de control, de este gran actor y en "War Dogs" no hace más que cumplir con ese pedido a pura gestualidad y desenfreno. Su caracterización de David Efraim es la del villano perfecto, un personaje que genera una mezcla de odio y asco, pero que al mismo tiempo es simpático y hasta llega a generar, en su momento de gloria, envidia en cualquier ser humano. Un Jordan Belfort del nuevo milenio, la escalofriante garantía de que nada podrá jamás extinguir a esos estafadores que son espejo de nuestra sociedad.
El trabajo de Todd Phillips es también bueno, aunque no se corre ni un poco se su zona de confort, utilizando un registro similar al de sus más recientes filmes. Los más duros con la película dirán que es una mezcla entre "American Hustle" y "Lord Of War" y es muy fácil trazar las líneas de contacto entre los tres filmes. Pero no hay que dejar de lado que en "War Dogs" hay mucho del (excelente) artículo devenido en libro de Guy Lawson, lo cual implica grandes dosis de corrupción, paranoia, descontrol, droga, millones de dólares ilegales y, por sobre todas las cosas, originalidad a la hora de contar una historia. El triunfo de la película llega cuando sobre el final, lo que todos nos preguntamos no es por qué no existió un castigo mayor para David y Efraim sino por qué fueron tan idiotas como para cometer un delito a gran escala y dejar sus huellas digitales por todos lados.
Puntaje: 8/10