lunes, 13 de julio de 2015

Mad Max: Fury Road

Como fanático absoluto de la saga original - bah, de las dos primeras porque la tercera parte es una porquería lisa y llana, producto de esa infección llamada mainstream-, no pude evitar ponerme muy feliz y ansioso al enterarme que una nueva película de Mad Max estaba en proceso de rodaje. La emoción fue mayor cuando supe que quien estaría detrás de cámaras sería ni más ni menos que el mismísimo George Miller, que regresaba al personaje que lo lanzó al estrellato tras una enorme carrera en el mundo del cine, dentro de los géneros tal vez menos esperados como, por ejemplo, en la animación con la brillante Happy Feet. Miller demostró que podía manejar casi cualquier cosa que le tirasen por la cabeza y un buen día pudo concretar su anhelo de llevar a la pantalla grande una vez más a este policía solitario que vaga por un mundo destruido - un interminable desierto, para ser más precisos- y sin esperanza, buscando vengar a su familia, masacrada brutalmente por una de las pandillas que se reparten un mundo donde hasta respirar puede costar la vida. Tras muchos intentos fallidos, en una clara evidencia de que el destino a veces puede tener sus vueltas de tuerca, George Miller volvía a reecontrarse con el monstruo que lo llevó de ser un interesante director a una leyenda viviente reconocida a nivel mundial. Sin Mel Gibson - ya demasiado viejo, es la verdad- pero con un elenco impresionante y la promesa de elevar a la millonésima lo hecho en los filmes originales, este australiano de mil batallas luchadas y ganadas se abocó a crear un producto que, como todos los de su autoría, tenía el objetivo de ser único e inigualable.


Tras una breve introducción, con Max (Tom Hardy) como narrador y protagonista de las acciones, nos adentramos en la continuación del camino de este llanero solitario en The Wasteland. La tierra está completamente devastada: primero fue la guerra por el petróleo y ahora lo que tiene en vilo y al borde de la extinción a la humanidad es la falta de agua. Claramente, como todo buen director y contador de historias, Miller sabe leer los conflictos de cada época y usarlos como excusa para poner a girar la rueda. Hay una mínima mención a la muerte de su familia, que se encuentra presente a todo momento en la imagen fantasmagórica de su pequeña hija y su voz junto a la de su difunta esposa que lo acechan durante todo el filme. De aquí en adelante, apenas dos o tres minutos después de iniciada la película, la historia entra en un ritmo vertiginoso y brutal que no se detiene hasta el último cuadro.


La trama es más bien simple: tenemos un mundo en el que hasta respirar termina siendo letal, donde hay varias tribus que se reparten el control del territorio. Quien maneja los destinos de lo que queda de la humanidad es el macabro y poderoso Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne, a quien los fanáticos de la saga ya conocen), que controla las reservas totales de agua disponibles. En su escena de introducción, esto nos queda bastante claro: una muchedumbre sucia, hambrienta y llena de dolor se agrupa para escucharlo hablar desde lo alto de la gran caverna que hace de su fortaleza. Tras unas breves e hipócritas palabras, I.J abre el grifo y una gran catarata cae más o menos cerca de esas miles de personas. Todos se pelean por llegar primeros y llevarse al menos una taza o un bidón de ese elixir milagroso que no es más que agua. Tras unos segundo, Joe corta el flujo y se retira lentamente ayudado por su séquito mientras abajo todos pelean por apenas un par de gotas de agua. Queda claro que el pueblo y los demás líderes tribales están en sus manos y son capaces de hacer lo que sea con tal de que el suministro - por más ínfimo que sea- nunca se termine. Su mano de obra para ejercer este dominio dictatorial son sus War Boys, niños de apariencia fantasmagórica, con una corta expectativa de vida - la mayoría con tumores por vivir expuestos al veneno casi todo el día- y criados para morir por su maestro y llegar así a Valhalla (para mayores referencias, miren Vikings). Aparecerá en escena Imperator Furiosa (Charlize Theron), una de sus más duras y habilidosas comandantes, que se encarga de transportar agua por el desolado paraje arriba de una impresionante máquina de guerra. En una de sus entregas rutinarias, Furiosa decide cambiar el rumbo predeterminado y da inicio a una salvaje, intensa, voraz y sorprendente persecución que durará hasta los créditos del final. En el medio, cruzará camino con Max y con Nux (Nicholas Hoult) uno de los War Boys y los tres tratarán de llevar a tierra prometida a las cinco esposas puras de Immortan Joe que se esconden dentro del camión.


El término "abrocharse los cinturones" puede ser un cliché pero no hay otra forma de describir lo que es Mad Max: Fury Road. El ritmo es más que frenético, no hay un segundo en el que este se detenga. La acción es pura y dura, no hay corrección política ni frenos para llevar adelante la trama. Miller nos entrega cine en estado puro, bien crudo, sin ningún tipo de filtro ni patina digital que lo arruine. No hay excesivo uso del CGI, es más el director lo reduce al mínimo adrede, ni tampoco una masa de dobles para realizar las exigentes y peligrosas escenas de acción. Y esto es importante, pues cada una de ellas es el delirio absoluto y se pueden ver a la perfección en cada secuencia y cada alocado y enfermo personaje que forma parte del ejército de Immortan Joe y de sus malvados - pero no tan poderosos- laderos tribales. El ejemplo más acabado de esto que acabo de decir, es el guitarrista infernal que acompaña con una pila de parlantes detrás suyo a la caravana de Joe. Una banda sonora para cada enfrentamiento, con una guitarra eléctrica gigante que lanza fuego por uno de sus extremos. Y una aclaración: el fuego es real, no es producto de efectos especiales.  


La construcción de las máquinas de guerra es imponente, cada uno de los autos y camiones es una obra de arte. El infierno sobre ruedas, bestias cargadas de enormes motores, blindaje y las armas más potentes y precisas que puedan existir. Desde lo técnico, el trabajo de Miller detrás de cámaras es lógicamente muy bueno: desde las panorámicas para mostrar el amplio paisaje y situarnos geográficamente hasta la impecable superposición de planos durante cada batalla, no hay nada que funcione mal o parezca fuera de lugar. La aceleración de las secuencias es otro acierto del experimentado realizador y asistimos nuevamente a la división entre escenas mediante el corte con fundido a negro, recurso utilizado en la trilogía original. Mad Max: Fury Road fue concebida y filmada para verla en 3D o en el IMAX, por lo que la recomendación de quien les escribe es verla en esos formatos si es que aún la encuentran en el cine.


Este filme es el anti-cine digital en el mejor de los sentidos posibles. Claro que no reniega de las nuevas tecnologías y sus varias aplicaciones, pero su objetivo no es entregar un show de efectos especiales sino una experiencia única. Es decir, cine total, algo que es imposible de conseguir en un contexto plagado de mucha basura superficial. En lo que respecta a lo narrativo, es muy inteligente el uso de los breves momentos de descanso, pues permiten al espectador bajar un poco la adrenalina. Además se poseen un ciclo vital, funcionan como insertos dentro de una trama más grande que los aglutina a todos.


La banda sonora está a cargo de Junkie XL y es un lujo que merece ser escuchado por horas. El montaje logra sumir al espectador en la mayor de las tensiones posibles, sin dejarlo despegarse del borde del asiento por más de dos horas. El viejo George y su equipo consiguen que nos metamos en la pantalla, que nos subamos a uno de esos autos, algo que no siempre se consigue. La imagen es impactante, con una saturación que va más allá de lo habitual. El australiano no le perdió la mano tampoco a la construcción de universos, algo que sigue siendo una de sus marcas de estilo más reconocibles. Sus conceptos son sensacionales y lo interesante es que los crea sin una dependencia total del CGI.


El mensaje político nuevamente es claro y muy contundente: Max y Furiosa lideran la revolución social en su estado más primitivo. Más allá de la fuerza que tiene el personaje femenino, algo sobre lo que iremos en un momento, sigue primando la idea de la redención del hombre solitario y silencioso que vaga por un mundo sin esperanza ni futuro. Uno que se cruza por casualidad con una situación y elige dejar la soledad y ayudar a que la justicia triunfe de una vez por todas. No hace falta que se aclaren las demás analogías, pues creo que son bastante claras.


Uno de los elementos clave en Mad Max: Fury Road son las actuaciones, punto que cierra este análisis disfrazado de crítica cinematográfica. Tom Hardy muestra ser la perfecta elección para el rol de Max. Mirada de piedra y un impresionante físico que todos conocemos muy bien a esta altura del partido. Su Max apenas si masculla alguna que otra palabra, no interacciona demasiado con los demás personajes ni aún en el momento en el que su dura coraza comienza a ablandarse un poco. Un trabajo físico sensacional, al límite y despojándose de los dobles de riesgo en un escenario de alto riesgo. Su Max es la expresión de la soledad, de la desesperación, la ira, el dolor, la violencia y al mismo tiempo la (poca) esperanza que queda en un mundo que nunca será el mismo.


Pero es Charlize Theron la que se roba todos los aplausos y miradas. El show es todo suyo, no hay personaje que logre superarla en ningún sentido. Con toda la locuacidad que su compañero masculino no posee, Furiosa es pura ira y corazón. Intensa y salvaje, le hace honor a su nombre en cada una de las batallas que lleva adelante. Para la actriz sudafricana, esta es sin dudas una actuación consagratória algo particular porque son pocos los que consiguen esto más de una vez en su carrera. Nicholas Hoult cumple con creces como Nux, un War Boy convencido y leal a Immortan Joe, pero que de a poco va entendiendo que hay algo más allá del lavado de cerebro al que fue sometido desde su nacimiento. Locura y ternura al mismo tiempo, dos facetas bien demarcadas y construidas con eficiencia por este muy buen actor.


Mad Max: Fury Road es una enorme guerra sobre ruedas de comienzo a fin. No hay ni un segundo para poder tomar aire, hay muy pocos momentos en los que los protagonistas se bajan de los autos. George Miller nos entrega las mejores escenas de acción en muchos años y logra darle un giro moderno a su producto original sin perder el espíritu de aquellos años con bajo presupuesto y más espíritu y ganas que otra cosa. La potencia, el delirio, la violencia y la acción, son elevados hacia alturas inimaginables, quedando demostrado que el director trabajó con libertad total. Miller hizo lo que quiso y el resultado es un filme que se puede calificar como una "locura hermosa". O mejor, la mejor película del año y, porqué no, de las últimas dos o tres décadas como mínimo.




Puntaje: 10+/10